sábado, 3 de marzo de 2012

El Fin de los Grandes Comnenos (1/11/1463)

Nota: A la memoria de David, Basilio, Manuel, Jorge, Alejo, y otros cinco príncipes más de la familia Comneno de Trebizonda, ejecutados un 1 de noviembre del 1463 en Constantinopla. También a la memoria de Helena Cantacuzena, última "Augusta" de los griegos (sean del Ponto, de Constantinopla o de la Hélade) y de su hija Ana, quien acabó sus días en su tierra natal, tras su ida del harén del cruel Zaganos Pachá.


"No contento con esto [su guerra contra Serbia], Mehmed [II] declaró la guerra a David Comneno, Emperador de Trebizonda, y, habiendo tomado varios lugares en su ruta, rodeó la ciudad. David fue obligado a capitular y a cambio Mehmed le perdonó la vida y le permitió irse con sus pertenencias y lo asentó en la ciudad de Serres. Mehmed luegó tomó Kaffa, que pertenecía a los Genoveses, 'Scandiloro', Sebastia, Tana y otros muchos lugares en Natalia [Anatolia]. Algunos de sus habitantes mató, algunos llevó prisioneros a Constantinopla, y otros se quedaron desconsolados en sus hogares. A continuación, vorazmente sediento de sangre cristiana, hizo que se falsificaran dos cartas que figuraran como escritas en Roma. Esto fue dos años después que hubiera asentado al Emperador de Trebizonda en Serres. Las cartas hablaban de una cruzada contra los Turcos. Bajo este falso pretexto Mehmed hizo que le trajeran el Emperador David Comneno en cadenas junto a su esposa Helena [Helena Cantacuzena], quien era la hermana del abuelo de mi madre, y sus ocho hijos y única hija. En Constantinopla les anunció que todos morirían si rechazaban convertirse en Turcos y renunciar a su fe Cristiana. Cuando oyó esto, David consoló a sus hijos y los conminó al Santo Martirio. Él junto a siete de sus hijos fue decapitado. El octavo, teniendo apenas tres años de edad, fue convertido en Turco junto a su hermana y entregados como presente a Uzun Hasan, rey de Persia. El hijo luego escapó y fue donde el rey de Georgia llamado "Gurguiabei," siendo convertido a la Cristiandad y dándole a su hija como esposa, de la cual tuvo hijos, quienes viven hasta el día de hoy. Su hermana, quien fue desposada por Uzun Hasan, tuvo dos hijas, una que fue la madre de Ismael, quien fue padre del actual Rey de Persia, Tahmasp [¿Tomás?].

Mehmed confiscó todas las propiedades de la imperial familia de Trebizonda y condenó a la emperatriz a pagar 15.000 ducados en un plazo de tres días, o sería ejecutada. Sus sirvientes [de la emperatriz], quienes eran prisioneros de Mehmed en Constantinopla, trabajaron día y noche para juntar el dinero y pagarlo. No se debe pasar por alto, sin embargo, la virtuosa conducta de la pía y santa emperatriz Helena Cantacuzena en lamentable situación. Habiendo perdido a su esposo e hijos, ya no tenía deseo alguno de vivir en este mundo; y vestida de saco [ropa de mendigos], aquella quien estuvo acostumbrada a llevar la regalia [i.e. atuendo imperial], rehusó comer carne nunca más y construyó para sí una choza cubierta de paja en la cual dormía sin comodidad. Mehmed había decretado que nadie habría de enterrar los cuerpos [de David Comneno e hijos] bajo pena de muerte. Serían dejados para que perros y cuervos los devoraran. Pero la santa emperatriz en secreto adquirió una pala / y con sus propias delicadas manos cavó como mejor pudo una zanja en su choza. Todo el día defendió los cadáveres de los animales y al anochecer tomó uno por uno y los enterró. Así, Dios le concedió la gracia de poder enterrar a su marido e hijos; unos días después, falleció."

Teodoro Espandunis o Spandugino, De la origine deli Imperatori Otomani, ordini de la corte, forma del guerregiare loro, religione, rito, et costumi de la natione, traducido por D. M. Nicol como On the origin of the Ottoman Emperors (Cambridge, 1997) págs. 40-41.

Notas:
  • En Agosto del 1461, la urbe de Trebizonda, capital del Imperio del mismo nombre, capituló ante los turcos de Mehmed II, tras haber resistido 1 mes de asedio, pese a la exigua cantidad de habitantes y defensores, y la ayuda de los campesinos de las montañas.
  • David Megas Komnenos o Gran Comneno, había sucedido a su hermano Juan IV en el 1459. Ya en vida de su hermano y predecesor, Trebizonda había enviado misiones diplomáticas con italianos al Papado y al Ducado de Borgoña, ofreciéndoles una nueva cruzada para recuperar Constantinopla y Jerusalén, con la ayuda de los emires del Carnero Blanco (región póntica), emparentados con la familia Comneno tras años de alianzas, y entre los que contaba Uzun Hasan.
  • La capitulación fue hecha por Jorge Amirutzes, protovestiario de Trebizonda, quien aconsejó al emperador David capitular y ceder ante el Sultán, del cual se probaría un leal colaborador y un traidor para con los suyos, pues fue el mismísimo Amirutzes quien contó a Mehmed de la carta en la que David conspiraba contra el Sultán. Más adelante se convirtió al Islam, y tomó por esposa la última duquesa de Atenas, prisionera en Constantinopla.
  • En el valle del río Strymon fue asentado David, teniendo 300.000 piezas de plata como pensión.
  • Spandugino confunde a la hija de David con la hija de Juan IV, quien fue la mujer de Uzun Hasan. La hija de David fue a parar al harén de Zaganos Pachá, el belicoso converso albanés que incitó a Mehmed II a la toma de Constantinopla en contra a los consejos de Halil Candarli, el gran visir.
  • Alejo, único hijo de Juan IV de Trebizonda y sobrino de David, fue ejecutado por el Sultán junto a su tío y primos.

sábado, 11 de febrero de 2012

El Exilio Italiano, Parte III: Ana Notaras y la Comunidad Griega de Venecia.

Nota: Al igual que los otros capítulos del presente análisis, va dedicado a Guilhem W. Martín y familia (Suny, Juli y Octy), y Antonio Moreno Ruiz. Esperando sea un digno homenaje a tan amena compañía.

"Inhumano perro mestizo, diestro en la zalamería y el engaño! Poseías toda esta riqueza ¿y se la negaste a tu señor el emperador y a la Ciudad, tu patria? Y ahora, con todas tus intrigas e inmensa perfidia que has tejido desde la juventud, tratas de engañarme y evadir el destino que merecéis. Dime, impío varón, ¿quién ha otorgado la posesión de ésta Ciudad y de tu tesoro a mí?"

- Mehmed II "El Conquistador" a Lucas Notaras, último Gran Duque de Bizancio, de acuerdo al Pseudo-Sfrantzés.


Quizá jamás sabremos el porqué Macario Melisurgo-Meliseno, el Pseudo-Sfrantzés, nos muestra la imagen de Lucas Notaras como el traidor por cuya ambición de gloria bajo el naciente Imperio Otomano, decidió traicionar a Constantino XI Paleólogo y negarle parte de sus riquezas en su hora más oscura. No podemos comprobar la veracidad de los hechos relatados por el Pseudo-Sfrantzés, en tanto que escribía aproximadamente 100 años despúes de la muerte de Notaras, y tenemos antecedentes de su carrera como falsificador de crisóbulas a favor de Monembasía, ciudad peloponesíaca de donde era obispo.

"Primero el turbante turco a la mitra papal!" fue la frase con la que el cronista Ducas inmortalizó la figura de Lucas Notaras, recogida más adelante en la famosa obra de Steven Runciman La Caída de Constantinopla, que si bien narra de forma fenomenal la historia del sitio de la Ciudad por los turcos, confía en exceso en la información brindada por el Pseudo-Sfrantzés, dando incluso argumentos no sustentados como que Jorge Sfrantzés narra en su Chronicon Minus o Memorias el asedio de la Ciudad, cuando apenas le dedica unos párrafos en aquella breve crónica que asemeja a un diario o bitácora. Además, es dable señalar que muchos aspectos del asedio no son factibles al 100%, y que el mismísimo Runciman tenía en cierta forma desconocimiento de la topografía de las arcanas Murallas Teodosianas.

Sin embargo, el punto principal del presente artículo infiere la figura de la última noble bizantina en erigirse como uno de los pilares de la vieja tradición bizantina. Su nombre era Ana Notaras Paleologina, y era hija del Gran Duque.

Pese a lo narrado por Ducas, de lo cual inferimos un radical elemento anti-latino en la política de Lucas Notaras, investigaciones modernas han comenzado a cuestionar los argumentos del cronista respecto al Gran Duque, mostrando como prueba fehaciente del pro-latinismo de Notaras el hecho que era reconocido como ciudadano por las Repúblicas de Génova y Venecia, y fue a ésta última ciudad adonde sus tesoros más preciados, sus hijas Ana, Teodora, y Eufrósine, fueron a parar antes del 1453.

Antes del mes de abril del año 1453, un barco zarpó de la Propóntide rumbo a Venecia, capital de la poderosa República de San Marcos, conocida comúnmente como "La Reina del Mar." En ella iban numerosos nobles bizantinos, en especial la hija mayor del Gran Duque del emperador Constantino XI Paleólogo, Ana Notaras Paleologina. Su madre, al parecer, era una dama emparentada con la familia imperial, mientras que su padre era el segundo hombre del Imperio Bizantino, así como uno de los más ricos, y cuya familia era oriunda del Peloponeso.

En Venecia se asentarían las damas de la familia Notaras, siendo respetadas y reverenciadas por la comunidad griega de la ciudad, la más grande del mundo para ese entonces y hasta nuestros días. Ana Notaras fue sin dudas una mujer de inteligencia y gran temple, puesto que prácticamente cayó en sus manos la representación de la comunidad de exiliados bizantinos que llegaron a la capital de la Serenísima para ese entonces. Además, era la ciudadana más eminente del lugar.

En Venecia, desde antes del 1200 habitaban griegos, al parecer descendientes de aquellos que vivían en la región desde los tiempos de Teodoro Ipato, último gobernador bizantino de la ciudad. Además, tras el año 1204, cuando Venecia se hizo con la posesión de muchísimas islas del Egeo y los puertos de Bizancio, el elemento griego abundaba en sus recién adquiridas posesiones y tuvieron que convivir con ellos, llegando en ciertas ocasiones a choques por intereses -como es el caso de Alejo Kallergis en Creta, cuya rebelión quiso aprovechar el emperador Andrónico II de Bizancio (1282-1328) para recuperar la isla para el imperio -que fueron lidiados con la típica diplomacia que caracterizaba a los astutos venecianos.

Fue en Venecia donde Ana recibió la noticia de la ruina de su familia y la caída del Imperio. Su padre, Lucas, fue ejecutado por orden de Mehmed II junto a su cuñado Cantacuzeno y el padre de éste, Andrónico Paleólogo Cantacuzeno, último Gran Doméstico de Bizancio, y al protostrátor Cantacuzeno, hijo del mesazón. Decapitados 5 días después de la toma de la Ciudad, sus cabezas rodaron por el pilar de Arcadio, y cualquier esperanza de supervivencia que guardaran se esfumó bajo el acero de las alfanjes turcas. Lucas Notaras prefirió la muerte a entregar a su pequeño hijo al Sultán, la última humillación para los vencidos Romanos de Oriente.

Jacob (llamado también Isaac) Notaras, el hermano pequeño de Ana, de 14 años de edad y cuya atractiva apariencia inflamó los deseos pederastras de Mehmed II, fue forzado a ver la muerte de su padre, cuñado, y parientes, y posteriormente fue llevado al harén, donde el Sultán concretó su repugnante deseo, y en donde el infeliz joven padeció todo tipo de humillaciones hasta el año 1460, donde pudo escapar rumbo del Seraglio rumbo a Venecia, donde entre lágrimas fue recibido por sus hermanas y sobrina, la hija de Cantacuzeno. Allí se hizo comerciante, se casó, y es mencionado en el testamento de Ana Notaras, preservado en el Archivo Griego del Instituto Helénico de Venecia.

La madre de Ana, aquella dama emparentada con los Paleólogos, fue llevada en cadenas a Adrianópolis, pese a estar gravemente enferma, y falleció en el camino...

En Venecia, Ana se hizo mecenas de muchos compatriotas que acudían a ella buscando refugio y apoyo, como es el caso de Franculio Servópulo, antiguo embajador de Demetrio Paleólogo, déspota de la Morea, al igual que Juan Plusiadeno, futuro obispo de Monembasía. En Venecia, Ana se rehusó a acudir a las iglesias de la ciudad, arguyendo que no entendía el idioma latín y con el apoyo de Besarión, el cardenal griego, obtuvo permiso para que en su hogar pudieran celebrarse misas de acuerdo al rito Oriental.

La hija del Gran Duque jamás aceptó el Catolicisimo Romano, que la familia imperial de los Paleólogos si acogió apenas se refugió en Roma en el 1461, con la llegada del déspota Tomás y las reliquias de San Andrés. Asimismo, en el 1472, Ana Notaras trató de establecer una fuerte comunidad griega en Toscana, alrededor del castillo de Montauto (foto central), donde los griegos podrían vivir según sus costumbres y autogobernarse, siendo a la muerte de Ana transferido el gobierno a algún príncipe italiano. En el 1474, cuando todo iba viento en popa, y Ana y sus emisarios eran reconocidos ciudadanos de Siena, el acuerdo se quebró por razones desconocidas, y fue entonces donde Ana escogió como su última morada la ciudad de Venecia.

Allí se conglomeró la fuerte colonia griega, bajo su guía. Con ella había traído sagrados íconos de Constantinopla, que hoy forman parte del Tesoro de la Comunidad Griega de Venecia y de la Iglesia de San Giorgio dei Greci. Ana siempre consideró que la Ortodoxia debía ser preservada como el lazo de unión entre los griegos por encima de la cultura, en tanto que los mantendría unidos y conscientes de su herencia bizantina en una tierra extranjera.


Armadores griegos como Teodoro Bassano y miembros de la familia Palopano (como Jorge Palopano) se harían famosos, y lograrían grandes logros tecnológicos para los astilleros de la Serenísima. Otros, como el sabio Nicolás Secundino (o Saguntino) harían carrera diplomática y al servicio de la República, llegando a ocupar altos puestos. En la Creta Veneciana numerosos nobles y ciudadanos constantinopolitanos hallarían refugio tras la caída, en especial de la estirpe de los Paleólogos. En las demás posesiones griegas de Venecia, artistas, filósofos, armadores, médicos, etc. surgirían como la espuma del mar, y llegarían a encontrar la fama dentro de los límites de la República como fuera, como es el caso de Doménico Teotocópulo, alias "El Greco," quien pintó para Felipe II amplias representaciones en el Escorial.

Así pues, el legado bizantino se preservó en Venecia, en especial gracias al rol decisivo que le dio Ana Notaras Paleologina, quien aparte de buscar preservar la independencia (en sentido figurado) política de su pueblo, aunque sin éxito, llegó a conservar de forma concreta los lazos de unión y la estabilidad de la Comunidad Griega de Venecia, que hasta nuestros días figura como la más grande del mundo, y que heredó de la hija de Lucas Notaras amplios manuscritos y las primeras impresiones en griego, obra de sus colaboradores Zacarías Kallergis y Nicolás Vlastos. Asimismo, en el concilio de Siena (1474) se reconoció a Ana como la esposa de Constantino XI Paleólogo, llegando a llamarla Imperatrix, aunque dicho enlace jamás ha podido probarse, y en concordancia con lo narrado por Jorge Sfrantzés, era imposible dado el compromiso del emperador con la hija del rey de Georgia.

Ana Notaras llegó a vivir casi 100 años, falleciendo en el 1507, antes de que culminara la primera década del siglo XVI. Su inmensa fortuna, la fortuna que inteligentemente manejaron sus ancestros y que Lucas Notaras mandó a Occidente, quedó en manos de sus sucesores testamentarios. Era tan grande que de acuerdo al cronista Calcóndilas, antes de su ejecución, un hijo de Lucas Notaras le rogó a su padre que mandara a traer su fortuna de Italia y dársela al Sultán a cambio de sus vidas, a lo que el Gran Duque respondió de forma negativa, arguyendo a su hijo que mantuviera la templanza en su hora final, pues sino el deshonor sería eterno.

Después del 1460, Eudocia Cantacuzena Notaras, hija de Cantacuzeno y sobrina de Ana, y quien junto a ella había huido antes del 1453, se casó con el stradioti Mateo Spandunis, o Spandugino, unión de la cual nació Teodoro Spandugino, a quien debemos una de las primeras crónicas sobre la historia de los Sultanes Otomanos. Pero esa ya es otra historia...


viernes, 3 de febrero de 2012

El Exilio Italiano, Parte II: Los Últimos Paleólogos

Nota: El siguiente artículo también va dedicado a Guilhem W. Martín, y también al gran Antonio Moreno Ruiz, cuyo poema "Soldado bizantino" dejó una gran impresión entre nosotros.


"El sábado pásado, que era el sétimo del presente mes, vino el déspota de la Morea. Ciertamente es un hombre apuesto con una fina y seria apariencia y un noble y señorial porte. Debe tener alrededor de cincuenta y seis años. Vestía un caftan de negro camelote con un sombrero de algo parecido a cuero blanco forrado en negro, aterciopelado raso con una banda a su alrededor. Entendí que tenía setenta caballos y muchos a pie, siendo todos los caballos prestados, salvo tres que le pertenecían."


- Descripción de Tomás Paleólogo, por el embajador de Mantua en Roma, 7 de marzo del 1461.


La llegada de Tomás Paleólogo a Roma, huyendo del sultán Mehmed II tras la caída de la Morea en el 1460, fue vista como la llegada del legítimo heredero de Bizancio. Su hermano Demetrio Paleólogo, el co-déspota de la Morea con Tomás, quien gobernaba desde Mistra, se rindió sin condiciones al soberano otomano, entregando a su hija Helena y a su mujer Teodora Asenina al harén del sultán, a cambio de ser respetada su vida y sus propiedades.


Tomás, sin embargo, de tendencias pro-Latinas y con la esperanza de lograr con ayuda del Papa una cruzada que librara la Morea de los Turcos, a quienes su general Constantino Paleólogo Gretzas de Salménico había derrotado en la mencionada fortaleza en el 1460/1, fue llevando consigo a Corfú por Porto Longo a su familia y las reliquias de San Andrés, patrón de la Iglesia Ortodoxa, las cuales se hallaban en la urbe de Patras, su capital en la Morea.


Con Tomás fueron sus hijos Andrés, Manuel, y Zoe, y también su esposa Catalina Asenina Zaccaría, hija de Centurione Asén Zaccaría II, último príncipe latino de Acaya por voluntad de Ladislao d'Anjou-Durazzo, rey de Nápoles. La hija mayor de Tomás y Catalina, Helena, estaba casada desde el 1446 con Lázaro Brankovic, déspota de Serbia, por voluntad de su tío y entonces emperador Juan VIII Paleólogo (1425-1448).


Catalina fallecería, sin embargo, en Corfú de peste, según Sfranzés, y allí permanecerían los hijos de Tomás mientras éste marchaba a Roma a encontrarse con el romano pontífice Pío II, quien le recibió con los brazos abiertos y le otorgó una residencia en el Hospital del Santo Espíritu en Sassia, concediéndole además una pensión mensual.


La figura de Tomás ha sido vista por muchos como la de un príncipe decadente, cuya enemistad con su hermano arruinó cualquier posible resistencia que pudiera darse en la Morea contra el empuje otomano. Sin embargo, Tomás Paleólogo distaba de ser así. Era un hombre consciente de su rol como último miembro digno de su familia. El prefirió el exilio y una suerte de existencia errante a entregar a su mujer e hijos al harén del pérfido Sultán. Asimismo, incitó a quienes huyeron junto a él de ayudar a sus compatriotas en el exilio, siendo el mayor exponente de aquello el Cardenal Besarión.


Tomás falleció en el año 1465, sin haber podido concretar sus deseos de asegurar una expedición que liberara la Morea y Constantinopla de los Turcos Otomanos. En vida el Sultán Mehmed II le ofreció el oro y el moro para que acudiera a su presencia y así prometía perdonarle y otorgarle un lugar de honor en su corte, cosa que el déspota y porfirogénito se rehusó a hacer, conociendo la típica crueldad de Mehmed para quienes quedaban de la flor y nata del antiguo imperio de Bizancio, como fue el caso del Gran Duque Lucas Notaras, ejecutado en el 1453 y cuyo hijo menor fue enviado al harén del Sultán, y logró huir de aquel antro de humillación en el 1461, reuniéndose con su hermana Ana en Venecia.




Podemos atribuir la falta de éxito de Tomás a las Repúblicas y Estados de Occidente, que fueron indiferentes a sus súplicas como lo fueron con su hermano Constantino XI en el 1453. En Ragusa, la república, habiendo logrado la paz con el Sultán, ordenó a todos sus barcos nunca aceptar a ningún embajador de Tomás ni al mismísimo déspota, alegando que resultaría problemático. Asimismo, Venecia se rehusó a darle todo su apoyo, llegando a aludir que podría convertirse en un símbolo de "nacionalismo" para todos los griegos, incluso aquellos que vivían bajo la égida de la República de San Marcos.


El hijo y sucesor de Tomás fue Andrés, a quien todo el mundo reconoció como el legítimo Imperator Constantinopolitanum de jure y Despota della Morea, título que usó con mayor frecuencia. Su vida ha sido siempre vista como la del monarca desdichado, pero también como la de un príncipe indigno a la prosapia de legendarias figuras a la perteneció. Como Jonathan Harris señala en su magnífico libro Greek Emigrés in the West, y en su artículo "A Worthless Prince? Andreas Palaeologus in Rome, 1465-1502, es una acusación falsa y que dista de la realidad en muchos aspectos.


A los 12 años llegó Andrés Paleólogo a Roma, en el año 1465, justo después de la muerte de su padre en dicha urbe. Fue criado por el cardenal Besarión, quien hasta sús últimos días trató de conseguir la restitución del Imperio o al menos parte de éste, cosa que no logró y que le valió el maltrato del pedante rey francés Luis XI, quien según cuenta la leyenda tiró ofensivamente de las barbas del venerable cardenal griego. En el 1472, Besarión fallecía en Ravena.


En el 1472, Zoe, hermana de Andrés, fue desposada con el príncipe de Moscú Iván III, en un intento del Papa Pablo II de convertir al Catolicismo al núcleo de la futura Rusia. Zoe, sin embargo, no sirvió a los planes del Pontífice, y adoptó el Cristianismo Ortodoxo de su marido, cambiando su nombre a Sofía e instaurando el ceremonial bizantino en la corte rusa. Fue entonces cuando Moscú adquirió el apelativo de "Tercera Roma."


En el 1476, Manuel, hijo menor de Tomás, se marchó de Roma para nunca más volver. Hastiado de la mísera existencia que llevaba como mantenido del Papa, marchó hacia un lugar inesperado: La Sublime Puerta, al Imperio Otomano. Mehmed II le perdonó la vida y le dio rangos y honores, recibiendo a cambio los derechos de Manuel sobre Bizancio. Convertido en oficial de la marina otomana, Manuel tuvo hijos al parecer con una esclava suya, llamados Juan y Andrés. Falleció cómodamente en su residencia constantinopolitana en el 1512.


Andrés, el legítimo Basileus Romaion y heredero del Imperio Bizantino, vivió una mísera existencia en Roma desde el 1481, cuando se le encuentra en apuros financieros de gravedad. En los años 1488-89, de la pensión prometida de 150 ducados mensuales, Andrés recibió menores cantidades, y para el 1492, con la ascensión de Rodrigo Borgia al solio papal como Alejandro VI, se redujo a 50 ducados mensuales. Además, en muchos meses la pensión no era pagada en su totalidad.



También encontramos al joven Paleólogo haciendo las de mercante, con barcos a su disposición que serían en cierta ocasión retenidos por un monarca aragonés, aunque posteriormente liberados. Recibió beneficios, breves, sin embargo, de dicha actividad. Se le atribuye también una conducta extravagante al heredero de Tomás Paleólogo.


El año 1481 fue quizá el último que dio atisbo de esperanza al pobre Andrés. El Papa Sixto IV le concedió 2000 ducados para que iniciase una expedición a Grecia. En el 1481 Mehmed II pereció tras su revés en la isla de Rodas contra los caballeros de San Juan, y en ese mismo año los ejércitos de Ferrante de Aragón, rey de Nápoles, desbarataron la ocupación turca de Otranto. Era pues, el momento perfecto para darle un golpe a los Otomanos.


Sin embargo, las potencias cristianas se mostraron reacias a unirse en dar un golpe decisivo a los infieles, y finalmente la planeada expedición quedó en agua de borrajas. Los sueños de Andrés murieron en el 1481, y en el 1494, tristemente empobrecido, vendió sus derechos a los tronos de Constantinopla, Serbia y Trebizonda, al rey Carlos VIII de Francia. Sin embargo, para el 1502, antes de su fallecimiento, legó sus derechos a las ya citadas coronas a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Para sus exequias, su viuda, una mujer a quien los cronistas atribuyen un pésimo carácter, tuvo que pedir ayuda económica al Papado para poder darle cristiana sepultura.


De los hijos de Andrés, poco o nada sabemos, salvo que una María se casó con un noble ruso, y que un posible Constantino Paleólogo, también hijo suyo, sirvió en la Guardia Papal. Además, se menciona a un Fernando Paleólogo, del cual no se tienen mayores noticias.

Con Andrés Paleólogo desapareció el último miembro del linaje y estirpe de los Paleólogos, emperadores de Bizancio desde el 1259 hasta el 1453, y de jure hasta el 1502, año en que el vástago del déspota Tomás, exhaló su último suspiro en la Ciudad Eterna...


martes, 31 de enero de 2012

El Exilio Italiano, Parte I: El fin del Pasado Romano

Nota: El presente artículo va dedicado a Guilhem W. Martín, un viejo y querido amigo, a quien tuve el placer de conocer hace unos días durante su visita a Perú, y con quien el presente tema fue materia de un interesante análisis.


"Como todas las gentes de casi el mundo entero se reúnen en vuestra ciudad, también los griegos. Llegando del mar desde sus natales tierras, desembarcan en Venecia, siendo forzados por la necesidad a venir a vuestra ciudad y vivir entre ustedes, y allí pareciese que entraran a otra Bizancio."


- Basilio Besarión, cardenal griego, al Dogo de Venecia (1468).







En el 1354, Suleimán, hijo mayor de Orján, tomó el puerto de Galípoli tras un terremoto que había destazado los muros de la urbe. El gobierno de Juan VI Cantacuzeno se desmoronó ante tamaña desgracia, y los su caída abrió las puertas del gobierno de nuevo a la dinastía de los Paleólogos, en la persona de su yerno Juan V. Fue recién en el año 1354 que los bizantinos tomaron en serio la amenaza creciente de los Turcos, cuyo emirato empezaba a crecer desmedidamente a costa de los devastados territorios imperiales de Tracia y Macedonia.





En su Oratio de non redenda Callipoli, Demetrio Cidonio, mesazon (primer ministro) de Cantacuzeno, mencionaba que tras la caída de Galípoli muchos contemplaron huir "al océano, más allá de los Pilares de Hércules." Por primera vez los bizantinos vieron peligrar la única joya que quedaba en el imperio, la arruinada ciudad de Constantinopla. La Guerra Civil del 1341-1347 había dejado una ciudad saqueada, sin recursos, donde la pobreza abundaba y la decadencia se hacía latente a cada respiro.




La primera migración fue compuesta por reducidos números de intelectuales, quienes marcharon de tierras imperiales a Italia o a las colonias griegas de Venecia (Creta, Corfú, etc.) en donde podía hallar la seguridad que sus tierras natales no podían ofrecerles. Así pues, tenemos el caso de Demetrio Cidonio, quien falleció en la Creta Veneciana.




El verdadero éxodo se dio en una fecha más tardía de lo que podríamos esperar: 1453. He aquí donde el debate con mi buen amigo Guilhem llegó a un punto álgido.




¿Qué llevó a que recién en el 1453 los griegos marcharan en grandes números a Occidente? La respuesta es clara: La destrucción del mundo como lo conocían. Los griegos del medioevo no se hacían llamar así, sino que portaban con orgullo -incluso en sus momentos de mayor declive -el nombre de Romanos, Romeos, Rhomaioi, y la Constantinopla era para ellos la Nueva Roma, la Reina de las Ciudades, la Ciudad. Era la urbe donde el último sucesor de Constantino el Grande reinaba, y donde cayó a frente de sus hombres aquel fatídico 29 de mayo del 1453, entre los muros de la puerta civil y la militar de San Romano.




Para los griegos, el 29 de mayo el mundo que conocieron dejó de existir. El emperador, su emperador, murió en la refriega. La gran iglesia de la Ciudad, Santa Sofía, convertida en Mezquita. La mismísima Ciudad, convertida en la capital de la Sublime Puerta (el Imperio Otomano). Un patriarca nombrado por el Sultán pese a la Unión de Florencia (1438), entre otros eventos que condenaron de forma total cualquier posible esperanza de supervivencia del mundo greco-medieval y romano.




Así pues, el Imperio dejó de existir, y con el se derrumbó la cosmovisión de los griegos, el mundo que los vio nacer y que en sus aprox. 1,100 años de existencia permitió la salvaguarda de Occidente del peligro turco.




Las palabras de Besarión reflejan claramente la magnitud de dicha tragedia. La magnitud de la destrucción de la mentalidad del griego en el Medioevo, del griego que haciéndose llamar "Romano," había visto florecer y caer un imperio que se mostraba como el baluarte del Oriente cristiano frente a la amenaza musulmana. Así fue como se llegó a la ruptura entre el Pasado Romano de los griegos en el Medioevo, con los griegos de la actualidad.




La ruptura de aquel nexo de más de un milenio produjo, a mi juicio, la desaparición del patronímico de Romanos a los griegos de la actualidad. El mismísimo Laónico Calcóndilas prefiere el término Helenos en su historia al momento de describir a sus compatriotas romanos. Al ser recibidos en Occidente, en la mayoría de casos con buena voluntad en parte a que la gente los veía como refugiados cristianos, expulsados de su patria, siguieron siendo llamados "griegos," y así se consolidó al ruptura del pasado romano de los mismos, y se conformó una nueva cosmovisión que en el 1821 lograría la independencia de la Hélade.




Sin embargo, podemos ver que mentes ilustradas como Ioannis Kolettis, primer ministro del rey Otón de Grecia (1844) declaraban en la Asamblea Nacional de enero del mismo año:




"El Reino de Grecia no es Grecia; es apenas una parte: la más pequeña, y más pobre parte de Grecia. Griego no es sólo aquel que habita el Reino, sino aquel que también habita en Ioannina, Salónica o Serres, Adrianópolis, Constantinopla, Trebizonda, Creta, Samos u otra región perteneciente a la historia Griega o a la raza Griega...Hay dos grandes centros del Helenismo. Atenas es la capital del Reino. Constantinopla es la gran capital, el sueño y anhelo de todos los Griegos."




Este discurso, impulsor de la famosa Megali Idea, doctrina que pretendía la restauración de una Grecia bajo los limes de Bizancio, nos muestra el gran fervor que muchos griegos aún tenían en pleno siglo XVII, y las esperanzas de muchos de volver a formar aquel estado que les legó una identidad histórica proveniente de los antiguos griegos y de los romanos, y que si bien en el 1453 dejó de existir, en el 1844 vio la posibilidad de renacer.




miércoles, 28 de diciembre de 2011

El Fin del Gran Duque Apocauco, según Cantacuzeno


Alejo Apocauco (+ 11.6.1345), oriundo de Bitinia, fue un político bizantino de renombre en el siglo XIV, llegando a obtener altos rangos durante el reinado de Andrónico III Paleólogo (1328-1341), por intercesión de su benefactor Juan Cantacuzeno, el Gran Doméstico.

Ocupó los cargos de Parakoimomenos, y antes de la muerte de Andrónico III en el 1341 se le honró con el supremo mando sobre la flota imperial: Gran Duque (Megas doux). Sin embargo, traicionó a Cantacuzeno junto con la viuda de Andrónico III, Ana de Saboya, y el patriarca Juan Calecas, y así comenzó la Segunda Guerra Civil durante el reinado de la Dinastía Paleólogo (1341-1347).

Apocauco mostró gran crueldad con la familia de Cantacuzeno rehén en Constantinopla, en especial con su madre, la dama Teodora, a la que mandó a prisión, y con el pequeño hijo de Cantacuzeno, Andrónico, apenas un niño.

Tras obtener vientos favorables en el 1341/1342, poco a poco se dio cuenta de que la resistencia de su antiguo mentor y benefactor sería tan cruenta como larga, y aconsejó de forma nefasta a la inexperta emperatriz Ana de Saboya, a la cual instó a empeñar las Joyas de la Corona (1343) a los Venecianos, quedándose con parte del préstamo. Pronto, sin embargo, perdió el apoyo de su hijo Manuel, gobernador de Adrianópolis, mientras que su hijo Juan luchaba por mantener su posición en la Comuna de Tesalónica, controlada por los Zelotas.

Fue el 11 de Junio de 1345, que, con gran imprudencia, Apocauco encontró su fin a manos de prisioneros políticos, como nos narra Juan Cantacuzeno:


“El (Alejo Apocauco) mostró mucha previsión al establecer una guardia para él y al planear construir una prisión en el Palacio de Constantino, cuyo proyecto fue encargado a algunos trabajadores públicos. El constantemente iba allí a estudiar el proyecto y empujándolos (a los obreros) para construir con prisa. Cuando los prisioneros vieron que una prisión estaba siendo construida y que no carecía de tumbas, no ignorantes de su intención, planearon matarlo cuando el fuera allí, suponiendo que ambos bandos se beneficiarían de su muerte. Si ellos tenían éxito, serían liberados de este terror y podrían vivir libremente, mientras que en caso que fallaran, ellos morirían y serían liberados de una vida destinada a cavar (sus propias) tumbas. Los prisioneros tramaron estos planes y aguardaron el momento oportuno para amotinarse y matarlo. El Gran Duque, en otros tiempos cuando le era necesario venir al Palacio de Constantino El Grande, tenía mucho cuidado de si mismo y era seguido por guardaespaldas que iban detrás suyo, ordenando que los prisioneros estuvieran callados en sus celdas hasta que el se retirara de allí, pero esta vez el no tomó en cuenta ninguna de estas precauciones que habían sido sometidas a la presente resolución por Dios, y según parece, éste le abandonó a morir. Los prisioneros estaban dispersos por todos lados, por lo que convergieron en el patio del Palacio, en el cual él (el Gran Duque) había abandonado a sus guardias un poco antes y había entrado con un solo ayudante. Los prisioneros, viéndolo entrar desprotegido y reconociendo que era tiempo de amotinarse, lo atacaron al comienzo unos cuantos y luego más de ellos se unieron al ataque. Entre ellos se encontraba su sobrino, el Duque Alejo, el cual había sido condenado a prisión por el Divino (¿Sínodo?) por el bien del emperador Cantacuzeno. Primero lo atacaron con piedras porque no había implementos de hierro, luego uno de ellos logró encontrar un palo y le golpeó la cabeza varias veces con él y lo hizo caer. Después de esto, con el hacha de un carpintero que vivía en prisión, le cortaron la cabeza. Cuando se enteraron de su muerte, sus guardias y los pajes que estaban con él, no trataron de vengarlo sino perdieron el valor, mientras los otros se dispersaban. Primero, todos los prisioneros convergieron en la escena. La mayor parte de ellos desconocían lo ocurrido. Cuando ellos se enteraron de que el Gran Duque había estaba muerto, algunos de los mas temerarios entre ellos colgaron su cuerpo en las murallas del Palacio. Su cabeza fue perforada con una lanza y del mismo modo la pusieron en las murallas del Palacio para que fuera visible a todos. Ellos pensaron que estas acciones agradarían a las personas que pensaban que el Gran Duque era un enemigo público y responsable de la Guerra Civil. Sin embargo, todo el mundo ignoraba estos acontecimientos. Aquellos que se encontraban dentro se mostraron dispuestos a defenderse en caso de cualquier ataque, envalentonados por el hecho de que las murallas del Palacio eran considerablemente altas. Contra todas las expectativas, nadie tuvo que luchar por él ya que todo el mundo le odiaba y porque la emperatriz (Ana de Saboya), temiendo que ellos iniciaran una revolución les concedió no solo amnistías y juramentos de indiferencia, sino también los libró de otros cargos. Cuando la emperatriz fue informada inmediatamente de ello, mandó al Panhypersebastos Isaac Asen, que de inmediato logró la administración de los asuntos, que tomara todas las precauciones y que los prisioneros prestaran juramento de salir del Palacio. Ella temía que podrían estar tramando dentro. Sin embargo, él (Isaac Asen) fue superado por una gran cantidad de asuntos tanto que descuidó a los prisioneros. Durante ese día y noche lo pasaron allí sin ser atacados por nadie, si hubieran querido salvarse pudieron haber ido a la Iglesia de Santa Sofía o dispersarse a algún otro lugar, ya que nadie estaba vigilándolos. Inconcebiblemente esperaban grandes cosas y que ellos deberían perder sus amadas vidas. Por esta razón, el día siguiente, Tzephraites, uno de los oficiales del hogar del Gran Duque, un sanguinario, cruel e inhumano castigador, ya que el estaba presente en un lugar público, decidió pelear por su amo conmoviendo al pueblo y en especial a los marineros, los cuales le tenían afecto ya que el siempre estaba a gusto entre ellos. Tomando posesión de armas, avanzaron contra ellos. Los prisioneros, que no tenían instrumentos de mucha utilidad ya que no se les permitía tener armas, se vieron obligados a defender las murallas, cuya amplitud superaba la cantidad de ellos y mientras innumerables cantidades les invadían y eran rodeados por todos lados. Cuando se dieron cuenta que las murallas estaban siendo tunelizadas por debajo y estaban a punto de ser quebradas, dejaron atrás las defensas y huyeron a la Iglesia de los Nueve Tagmata, como era llamada. Ellos entraron al santuario interior y se escondieron en los curvos pasajes. La gente los atacó con furia incontrolable, algunos de ellos se refugiaron en el santuario interior mientras otros se hallaron sometidos, aunque un número muy pequeño, especialmente aquellos que asesinaron al Gran Duque fueron capaces de escapar del peligro. En cuanto a todos los demás que no eran pocos en número fueron asesinados. No fue posible obtener el número real porque esta información fue desguazada junto con muchas personas en la ciudad. Y aquellos que atacaron y mataron al Gran Duque fueron asesinados por su propia indecisión”.


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Juan VI Cantacuzeno (1347-1354), Ioannis Cantacuzeni eximperatoris Historia libri IV, volumen II (Corpus Scriptorum Historiae Byzantinae, Bonn).


Notas:


  • No se sabe exactamente donde queda el Palacio de Constantino El Grande que menciona Cantacuzeno, en donde Apocauco planeaba edificar esa nueva prisión.


  • Los marineros mencionados por Cantacuzeno son los famosos Gásmulos, mestizos greco-italianos o greco-latinos, los cuales servían en la marina bizantina desde los días de Miguel VIII Paleólogo (1261). Apocauco, al ser el comandante en jefe de la flota, comandaba a estas tropas.


  • A la muerte de Apocauco (1345), la regencia se desmoronó, y en el 1347, Cantacuzeno entró en Constantinopla, siendo coronado Basileus en la Iglesia de Santa María de las Blaquernas, con joyas de vidrio pintado.


  • De los hijos de Apocauco, sabemos que Juan se enfrentó a los Zelotas y murió asesinado tras la muerte de su padre. Manuel se pasó a Cantacuzeno.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Miguel VIII Paleólogo (1259-1282). In Memoriam.

Un 11 de diciembre del año de Nuestro Señor 1282, Miguel Comneno Ducas Ángel Paleólogo, Autócrata de los Romanos, y libertador de Constantinopla, falleció en la aldea de Pacomio, en Tracia, mientras preparaba una campaña contra la Tesalia rebelde.



Hijo de Andrónico Comneno Ducas Paleólogo, strategos del Imperio de Nicea y Gran Doméstico, así como gobernador de Tesalónica, pertenecía por línea paterna al noble linaje de los Paleólogos, cuyo origen se remonta a la ciudad italiana de Viterbo, como pronto explicaré.



Sin embargo, la sangre imperial corría por sus venas como herencia de su madre, Teodora Paleologina Comnena Angelina, hija del déspota Alejo Comneno Ducas Paleólogo y de Irene Comnena Angelina, la hija favorita del emperador Alejo III Ángelo (1195-1203), aquel quien destronó y cegó a su hermano Isaac II y por cuya usurpación los Cruzados llegaron a las puertas de Constantinopla en el 1203, para finalmente saquearla en el 1204, con Alejo lejos de la capital, en Mosinópolis.



Así pues, era Miguel de uno de los más nobles abolengos del Imperio Bizantino, tanto asi que el historiador Nicéforo Gregoras lo llama "Diplopaleólogo," en griego Diplopalaiologos, dado que descendía por tanto su padre como por su madre de la casa de los Paleólogos.



Fue un hombre de notables cualidades, tanto así que el emperador de Nicea, Juan III Ducas Vatatzés, supo reconocer sus habilidades y le nombró primer Gran Condestable (Megas Konostaulos) de Nicea, es decir, comandante en jefe de todos los mercenarios francos del Imperio. Se casó con Teodora Ducena Vatatzaina, sobrina huérfana del emperador, a quien según Acropólites éste último "amaba como a una hija." Sin embargo, pronto se vio envuelto en conspiraciones que lo hicieron exiliarse a Iconio, donde el Sultán acogió gustosamente y le puso al mando de sus mercenarios...para cuando regresó a Nicea, perdonado por el emperador, se encontró con el más abyecto odio de Teodoro II Ducas Láscaris, el enfermizo heredero a la púrpura.

Sufrió su familia persecución política cuando ascendió al trono Teodoro II (1254), quien en sus casi 4 años de reinado humilló de muchas formas a los Grandes del Imperio, la famosa Cadena de Oro (como los llama Paquimeres, la nobleza de Nicea). Una sobrina de Miguel, Teodora Raulena, fue casada con Jorge Muzalón, el gran amigo de Teodoro II y un noble de menor rango. La hermana de Miguel, Marta, esposa del Gran Doméstico Nicéforo Tarcaniotes fue acusada de brujería y torturada por los Celtas de la Guardia Imperial, siendo arrojada a una bolsa llena de gatos. Otros tantos nobles fueron humillados por el paranoico soberano, quien finalmente, tras soportar estoicamente una enfermedad degenerativa, falleció en el año 1258.

Tras el asesinato del regente Muzalón durante las exequias del mismísimo Teodoro II, Miguel Paleólogo se hizo con el poder, y tras ser meteóricamente ascendido al rango de Megaduque, fue finalmente hecho Co- emperador de Nicea, llegando a manejar las riendas del Imperio por sí mismo.


En el 1259, obtuvo su más grande victoria sobre los Estados Latinos de Grecia y el Épiro, cuando derrotó contundentemente a las tropas combinadas de Guillermo II, príncipe de Acaya, de Miguel II déspota de Epiro, y de Manfredo rey de Sicilia. En la llanura de Pelagonia, los ejércitos de Nicea comandados por el Sebastocrátor Juan Paleólogo, hermano de Miguel, derrotaron a los latinos tras la deserción de los epirotas y tesalios. Guillermo II fue capturado, y para su liberación se exigió la entrega de los grandes castillos de Mistra, Mani y Monemvasía, futuro núcleo del Despotado de la Morea.

Pero sin dudas, el mayor logro de Miguel VIII Paleólogo fue la tan ansiada reconquista de Constantinopla, capital del Imperio y ocupada por los invasores latinos, liderados por el desdichado soberano Balduino II de Courtenay. Tras haber sido asediada previamente y sin éxito, Constantinopla contaba con una exigua guarnición de unos cientos de hombres. El grueso del ejército latino junto a la flota veneciana había salido a saquear la isla de Dafnusia, en el Mar Negro. Con un pequeño ejército conformado por bárbaros cumanos en su mayoría, y apoyado por Thelematarioi (campesinos de las afueras de Constantinopla, mestizos), el César Alejo Strategópulos reconquistó la Ciudad para los Romanos!!! (25 de julio de 1261).

En su desesperación por huir, Balduino II, último emperador latino reinante en la Ciudad, huyó de las Blaquernas con las ropas que tenía encima, sin poder salvar su imperial gorro y sus espadas...

Miguel VIII entró en la Ciudad el 15 de agosto del mismo año, y fue coronado Basileus Romaion junto a su hijo mayor, Andrónico. Para las navidades del mismo año, Juan IV Ducas Láscaris, el infante heredero de Teodoro II, era cegado siendo apenas un niño, y enviado a una fortaleza del Mar de Mármara. Este acto de crueldad granjeó al Paleólogo los odios populares, sobre todo en Asia Menor.

A la caída de Manfredo y de los Hohenstaufen, reinaba en Sicilia un soberano aún más ambicioso: su nombre era Carlos d'Anjou, hermano de San Luis IX, rey de Francia, y uno de los nobles más poderosos del reino. Su mayor ambición, en palabras del cronista Paquimeres, era "recrear un Imperio como el de Augusto César," y estuvo a punto de lograrlo, en tanto que fue Rey de Sicilia y Nápoles, de Jerusalén y de Albania, Conde de Anjou y Maine, de Provenza y Forcalquier, y también Senador de Roma. Tras acoger a Balduino II y casar a su hija Beatrix con Felipe, heredero al ya desaparecido Trono Latino de Constantinopla, fijó sus ambiciones en conquistar al recién restaurado Imperio Bizantino.

Grandes conflictos tenían lugar en el Imperio. En el 1261, el patriarca Arsenio Autoriano excomulgó a Miguel VIII por usurpar el trono y cegar a Juan IV, y en el 1268 el nuevo patriarca José retiró la excomunión del emperador, iniciando la larga y tediosa pugna religiosa entre los Josefistas y los Arsenitas, la cual recién acabaría en el reinado de Andrónico II Paleólogo (1282-1328). Peor aún, las confiscaciones de tierras llevadas a cabo por el Conde Cádenos en las montañas de Asia Menor debilitó las fronteras que montañeses, leales al recuerdo de los Lascáridas, defendían de los Turcos...

En el 1274, para neutralizar a Carlos d'Anjou, Miguel VIII firmó la Unión de Iglesias en el Concilio de Lyon (1274), aunque tras el ascenso de Martín IV (1281), adepto del rey Carlos, al solio Papal, la estrategia del Paleólogo quedó en agua de borrajas. Durante la Guerra Civil Búlgara (década de los 1270), los ejércitos bizantinos participantes fueron derrotados continuamente por Ivaylo, a quien llaman el William Wallace búlgaro.

En conflicto final se dio en el 1281, cuando al mando de Hughes Le Rosseau de Sully, un caballero burgundio, un ejército venido desde Sicilia y Nápoles enviado por Carlos d'Anjou, tras tomar Butrinto a Nicéforo de Épiro, puso asedio a la fortaleza de Berat (Belegrada, en Albania). Al mando de Miguel Tarcaniotes, la élite del ejército bizantino liberó la fortaleza del asedio, y antes de que comenzara la batalla Sully fue capturado mientras bebía agua de un río, por mercenarios nicenos. Su ejército entró en pánico, y la masacre fue inminente...Desfilaría encadenado por las calles de Constantinopla, en uno de los últimos Triunfos Romanos que habrían de verse en Constantinopla...

Sin embargo, dicho suceso no vapuleó las ambiciones del Anjou, quien empezó a preparar una flota para la conquista de Bizancio, y fortaleció sus contactos con los Señores Latinos de Grecia y hasta con Bulgaria! Miguel Paleólogo, sin embargo, halló amigos en la corte del Reino de Aragón, donde la consorte de Pedro III, Constanza, era hija de Manfredo de Sicilia, muerto en la batalla de Benevento por Carlos d'Anjou (1266). Constanza, quien se consideraba legítima Reina de Sicilia, incitó a su esposo a tomar la isla, y con la ayuda del antiguo consejero real de Manfredo, Giovanni da Procida, el plan se consolidó. Steven Runciman ve el oro de Miguel VIII tras el futuro evento, que habría de arruinar las crecientes ambiciones del rey Angevino...

En la Pascua del año 1282, los habitantes de Sicilia se rebelaron contra Carlos d'Anjou y su tiranía. Ya muchos abusos habían cometido los franceses que ocuparon el reino, como saqueos, abusos de autoridad, violaciones, y todo tipo de vejaciones sobre los habitantes de la isla. Frente a la Iglesia del Santo Espíritu, en las afueras de Sicilia, tuvo lugar el inicio de las Vísperas Sicilianas, aquella revuelta que destruyó los sueños de Carlos d'Anjou, y consolidó la política transmarina de la pujante Corona de Aragón! Y así, Miguel Paleólogo salvó una vez más a Bizancio.

Considero oportuno hacer un análisis breve de su obra. Sus logros:






  • Reconquistó Constantinopla en el 1261, poniendo fin al yugo latino (1261).



  • Fortaleció las conquistas en Europa, sometiendo al Épiro e iniciando la reconquista del Peloponeso (1259).



  • Defendió con éxito al Imperio de Carlos d'Anjou (1281-1282).



  • Formentó la Unión de Iglesias (1274). Sea por política o verdadera convicción, la Unión era un tema que por largo tiempo se discutía, y desde 1204 se había hecho más difícil aún.



  • Reparó los edificios de la Ciudad, la repobló.



  • Fortaleció e incrementó la flota imperial, con 80 barcos y mejores unidades.



  • Creó nuevos cuerpos de soldados, como los Tzakones, Prosalentai, y Thelematarioi. Los mejores ejemplos de "Soldados Minifundistas," en Bizancio, aquellos que tenían una conexión directa con la tierra.



Entre sus errores, cabe señalar:







  • Usurpó la corona al legítimo heredero, Juan Láscaris.



  • Manejó de forma pésima la defensa del Asia Menor, desarticulando el sistema instaurado por los Láscaris, basado en la pronoia a los montañeses del Asia Menor.



  • Gastó mucho dinero en la reconquista de Europa, siendo negligente con Asia.



  • No supo dar respuesta a los emires turcomanos que empezaban a conglomerarse en torno a las provincias de Caria y Licia, así como la ciudad de Tralles, renombrada Andronicópolis o Paleologópolis.



  • Intervino en los conflictos de Bulgaria, gastando recursos y hombres en campañas infructuosas.



  • No supo escoger en ciertas ocasiones a generales competentes (su medio hermano, Constantino Sebastocrátor, batió sin éxito a los francos en la Morea).



  • Finalmente, dejó las arcas del Estado exhaustas.



Con todo, considero firmemente que Miguel VIII Paleólogo fue una figura importante en su tiempo. Un militar capaz, un político astuto, y diplomático eficiente que supo manejar las riendas de su Imperio hasta en un 70%, sin embargo ese 30% a donde no llegó, sería la causa de la ruina y caída de Bizancio. Y así ocurrió.







Bibliografía:







  • Acropólita, Jorge. George Akropolites: the history.



  • Bartusis, Mark C. The Late Byzantine Army, 1204-1453.



  • Geneakoplos, Deno J. Emperor Michael Palaeologus and the West, 1259-1282.



  • Gregoras, Nicéforo. Historia Byzantina, I-III.



  • Kyriakidis, Savvas. Warfare in Late Byzantium (1204-1453).



  • Nicol, Donald M. The Last Centuries of Byzantium, 1261-1453.



  • Paquimeres, Jorge. De Michaele et Andronico Palaeologo, I-II.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Célebres Paleólogos (1081-1259)




El origen de la última dinastía bizantina siempre ha sido materia de debate. Historiadores de la talla de Martin Crusius, hasta Jean-Claude Cheynet, han investigado sobre el origen y el linaje de la prosapia de los Paleólogos de Bizancio, quienes reinaron sobre el Imperio desde el año 1259 hasta el 1453, y cuyos descendientes siguieron reclamando su ya inexistente herencia, autoproclamándose Imperator Romeorum, e incluso llegando a mezclarse la sangre de los mismos en el Principado de Moscú, con el matrimonio de Zoe Paleologina e Iván III en el año 1472.




Muchos estudios han sido realizados sobre los Paleólogos, como la obra del archimandrita Aberkios Papadopoulos Versuch einer Genealogie der Palaiologen, o la monumenal obra Prosopographisches Lexikon der Palaiologenzeit (PLP). Sin embargo, para hablar de la fama de los Paleólogos en Bizancio, hemos de situarnos en el año 1081, cuando el general Jorge Paleólogo, de una prominente familia de latinfundistas macedonios, y emparentado por matrimonio con la familia de los Ducas, se unió a la rebelión de Alejo I Comneno contra Nicéforo III Botaniates.



Nicéforo Paleólogo, padre de Jorge, era un leal adepto del anciano Nicéforo III, y reprobó severamente la conducta de su hijo al apoyar al rebelde Comneno. Sin embargo, pronto tuvo que ceder ante el ascenso del nuevo emperador, por quien murió batallando frente a los muros de Dirraquio en ese mismo año de 1081, luchando contra las hordas normandas. Su hijo Jorge iniciaría el largo linaje de los Paleólogos, y poco a poco se irían emparentando más y más con las familias de la Alta Aristocracia Bizantina, como los Comnenos, los Ángelos, entre otras tantas...



Ya en el 1150, durante las campañas de Manuel I Comneno en Italia, vemos al general Miguel Paleólogo reclutando tropas en Ancona, y junto al Conde de Loritello se enfrenta a los ejércitos reales de Sicilia, tomando raudamente casi todo el Sur de Italia, aunque pereciendo en la ciudad de Bari, alrededor del 1156. Con su muerte, la expedición perdió a su más bravo y capaz comandante, al cual también se le conocía por ser un mujeriego con casi 50 amantes...



En el 1195, encontramos a otro Jorge Paleólogo, al parecer sobrino del primero, quien en siendo senador y general se unió a Alejo "el Sebastrocrátor" en su traición contra el emperador Isaac II Ángel. Alejo III Ángel le honró de diversas formas, aunque Paleólogo fallecería durante el ataque a una fortaleza búlgara en el 1201...




Otro Paleólogo al que debemos contar durante la época de los "Ángeles Terrestres" (nombre que se le daba a la dinastía imperial de los Ángelos) es Alejo Ducas Paleólogo, quien estando casado, fue obligado por el emperador a divorciarse de su esposa y encerrarla en un monasterio, para que así pudiera casarse con Irene, la hija favorita de Alejo III. Fallecería antes que Constantinopla cayera en el 1204, y sólo tendría una niña con su esposa, la dama Teodora, quien se casaría con su primo Andrónico Comneno Paleólogo, general del Imperio de Nicea.



Andrónico Comneno Paleólogo, uno de los más brillantes generales del recién formado Estado Niceno, fue padre del futuro emperador Miguel VIII Paleólogo (1259-1282), y ocupó el cargo de gobernador de Tesalónica y de Macedonia por mucho tiempo, tanto así que cuando embajadores latinos se presentaron ante Miguel VIII para pedirle concesiones territoriales en Macedonia, el les respondió que no, pues era para el "una segunda patria."




En ese mismo tiempo, otro Andrónico Paleólogo fue yerno de Teodoro I Láscaris, soberano de Nicea, y esposo de su primogénita y heredera, Irene. Estaba destinado a ser sucesor de Láscaris, pero murió víctima de una enfermedad veneria, y ya para el 1212 Irene estaba casada con Juan III Ducas Vatatzés, el gran emperador de Nicea.



Finalmente, llegamos ante Miguel VIII Paleólogo (1259-1282), cuya carrera se vio marcada por un juego de lealtades único, primero hacia Vatatzés, el cual, enterándose de una conspiración, ordenó que se lo llevaran preso, ante lo cual Miguel huyó a tierras turcas, donde el Sultán de Iconio lo nombró capitan de sus mercenarios latinos. Para cuando volvió a Nicea, Vatatzés le perdonó, pero el hijo de éste último, Teodoro II, nunca lo hizo, y durante sus casi 4 años de reinado se dedicó a perseguir y a humillar a la Casa de los Paleólogos...

Fuentes:
Acropólita, Jorge. George Akropolites: the history (Oxford, 2007).

Cinnamo, Juan. Deeds of John and Manuel Comnenus (New York, 1976).

Choniates, Nicetas. O city of Byzantium: Annals of Niketas Choniates (Detroit, 1984).

Comneno, Ana. La Alexíada (Sevilla, 1989).

Gregoras, Nicéforo. Nikeforos Gregoras Rhomaike Istoria, Kefalaia 1-11 (Atenas, 1997).

Paquimeres, Jorge. Relations Historiques (Paris, 1984).



Papadopoulos, Aberkios. Versuch einer Genealogie der Palaiologen (Amsterdam, 1962).

Trapp, Erich, et. al. Prosopographisches Lexikon der Palaiologenzeit (PLP) (Viena, 1996).

Cheynet, J.-C. et J. F. Vannier. Etúdes Prosopographiques (Paris, 1986).