lunes, 30 de junio de 2008

La Batalla de Tryavna (1190)



La Batalla del Paso Tryavna fue la gran victoria de los búlgaros de Ivan Asen sobre el ejército bizantino del Basileo Isaac II Ángel. La estrepitosa derrota bizantina, fue una catástrofe para el decadente imperio, y esta fue la batalla en la cual Isaac II, perdió el respeto de los altos mandos del ejército, el cual para poder huir, asesinó a sus propios soldados que se encontraban estancados en aquel montañoso paso de Tryavna. Según el cronista Nicetas Choniates, la batalla fue una terrible derrota de la cual solo el Basileo logró escapar, mientras miles de soldados murieron a manos de los montañeses búlgaros.

La Tercera Cruzada y La amenaza búlgara y serbia:


Después de que su segunda campaña en Mesia resultara en el fallido sitio de Lovech, Isaac II se vio forzado a reconocer la independencia de Bulgaria; de esta forma se perdía una de las provincias mas productivas del Imperio, la cual había sido definitivamente anexada al Imperio en el año 1014 por el Gran emperador Basilio II Bulgaróctonos.
La llegada de los contingentes alemanes de la 3era. Cruzada a Bizancio en el año 1189, fueron recibidos con mucha alegría por los búlgaros. Estos sabían las tensas relaciones del Imperio Bizantino con el Sacro Imperio Romano Germánico, y también sabían que el emperador occidental Federico I Barbarroja había sido por largo tiempo rival del poderoso Basileo Manuel I Comneno, además que Barbarroja tenía cierto desprecio al pueblo griego, como lo demostró su ultrajante conducta durante la 2da. Cruzada, cuando apenas era un joven duque heredero a la corona germánica y masacró a muchos aldeanos griegos durante su camino hacia Constantinopla.
Ante esto, Isaac II se mostró dispuesto a suministrar provisiones al ejército germánico de Barbarroja mientras este pasaba por Tracia, y además ofreció ayudar en el transporte hacia Anatolia. Sin embargo, el Basileo, mantenía relaciones amistosas con Saladino, Sultán de Siria y Egipto, el cual había reducido al Reino Latino de Jerusalén a una franja costera palestina. Saladino, que venía ayudando al Basileo a contrarrestar la agobiante presencia del Sultanato de Iconio, pidió a Isaac II un gran favor: entorpecer y retrasar la llegada de los alemanes a Siria. Isaac II aceptó las condiciones y decidió poner innumerables trabas a Federico Barbarroja durante su camino hacía Tracia; indignado por el comportamiento del Basileo, Barbarroja sitió y tomó la ciudad de Filipópolis, y desde ahí despachó embajadores a entrevistarse con Isaac II.
En Filipópolis, Barbarroja recibió embajadores de los hermanos Asen y al príncipe serbio Esteban Nemanja, el intentaba con todas sus fuerzas sacudirse de la tutela bizantina sobre su país. Los búlgaros hicieron una jugosa oferta a Barbarroja: 40.000 búlgaros, válacos y cumanos apoyarían al monarca alemán en su ofensiva contra los bizantinos; para colmo de males, el insultante trato dispensado por Isaac II a los embajadores alemanes encolerizó a Barbarroja, el cual empezó a tomar en serio las proposiciones de los búlgaros. Frente a un peligro inminente y viendo que su ejército no podía hacer frente al de Barbarroja, Isaac II tuvo que someterse a las condiciones del rey germánico, sobre todo cuando este último ordenó a su hijo Felipe tomar la fortaleza de Demótica y a su hijo Enrique (futuro Enrique VI) armar una flota y enviarla a sitiar Constantinopla. El Basileo, a través del Logoteta y Juez del Velo Nicetas Choniates, ofreció en Gallípoli, barcos de transporte al ejército cruzado alemán hacia Anatolia, además de provisiones. La muerte de Barbarroja en el río Salef (Cilicia), en el año 1190, permitió a Isaac II volver su mirada hacia los búlgaros, y buscar venganza por los traicioneros ofrecimientos de éstos.



La 3era. Campaña Bizantina y El sitio de Tarnovo:

Encolerizado por los ofrecimientos de los búlgaros a tan poderoso enemigo, Isaac II decidió lidiar de una buena vez con los belicosos montañeses y someterlos definitivamente a su autoridad. Fue entonces que el Basileo decidió organizar una 3era. Campaña contra los búlgaros, la cual fue manejada a gran escala y muchas tropas fueron preparadas para esta fulminante operación militar. En un principio, los bizantinos pensaron en pasar por la costa, cerca de Anquialos, pero luego decidieron cruzar el peligroso Paso Rishki y pasar por la ciudad de Preslav, desde la cual el ejército macharía rumbo a la capital búlgara, Tarnovo; el ejército bizantino estaría compuesto por unos 20.000-30.000 hombres.
La situación en Tarnovo era la siguiente: Ivan Asen en persona decidió comandar la guarnición que defendía Tarnovo, y, en el transcurso de los preparativos, se enteró que el Basileo había enviado a su flota a bloquear el río Danubio, para evitar que a través de éste llegaran los auxiliares cumanos que habían ayudado a los búlgaros durante las primeras campañas bizantinas en Mesia. Ante esto, Iván decidió tender una trampa al Basileo, la cual daría a los búlgaros su mejor victoria frente a los bizantinos.
El sitio de Tarnovo fue estéril. Los bizantinos combatían con desgano a pesar del entusiasmo de Isaac II, el cual comandaba al ejército en persona, junto con muchos de sus cortesanos, generales y sirvientes. Con trabucos y pedreros bombardeando las murallas de Tarnovo, los bizantinos habrían podido tomar la ciudad, de haber peleado con ánimo y coraje, más no fue así; muchos soldados venían sin recibir su paga por meses, y estaban cansados de combatir a los búlgaros que siempre atacaban desde sus montañas y apoyados por los temibles cumanos, paganos sanguinarios que combatían de una manera incomparable. En Tarnovo, la moral de los búlgaros se mantenía bien alta, y el propio Asen se batía con coraje frente a los sitiadores.
Entonces, Asen decidió poner en acción su trampa. Envió al campamento bizantino a un falso desertor, el cual venía con malas noticias para Isaac. A pesar de los esfuerzos de la flota bizantina por bloquear el Danubio, los cumanos habían cruzado el río y estaban en camino a Tarnovo, para liberarla del asedio y aniquilar al ejército imperial. Ante el aterrador avance del ejército escita (los cronistas bizantinos, en especial Miguel Psellos, Ana Comnena, Juan Cinnamus y Nicetas Choniates insisten en llamar escitas a todos los pueblos provenientes de las estepas), al Basileo se le heló la sangre, y ordenó la retirada inmediata del ejército bizantino de las murallas de Tarnovo, y consultó con sus mejores generales cual sería la salida mas rápida, de aquellas inhóspitas tierras búlgaras. La ruta de salida mas rápida, era el peligroso Paso Tryavna; en efecto, Asen sabía que el Basileo y el ejército imperial, enterados por obra del falso desertor de la inminente llegada de los cumanos (cuya caballería tenía fama de imparable), buscarían la salida mas rápida del territorio búlgaro, asustados por aquellos paganos e inmisericordes guerreros escitas. Fue entonces que Iván Asen, con ayuda de sus mejores hombres, preparó una trampa que a la larga resultaría fatal para el ejército bizantino.

La Batalla de Tryavna:


La marcha del ejército bizantino hacía el Paso Tryavna era lenta. Los desmoralizados soldados sentían que una vez mas los búlgaros salían victoriosos y para colmo muchos deseaban llegar pronto para recibir su merecida paga.
El ejército imperial penetró en Tryavna de la siguiente manera: la vanguardia estaba conformada, al parecer, por soldados de caballería, los cuales avanzaron rápidamente. En el centro iban Isaac II, con las posesiones de la tienda imperial (es decir, la corona imperial, el estandarte, etc.), la guardia imperial (tal vez los famosos Vardariotai o algunos Varengos a caballo), y el cortejo de nobles que acompañaba al Basileo a sus campañas en Mesia. Finalmente, en la retaguardia se encontrarían algunos peltastos, psiloi (arqueros), y quizás algunos catafractos.
Iván Asen había llegado antes que el ejército imperial al inhóspito paso, y puso a su ejército en posiciones que hicieran difícil la contraofensiva bizantina. Válacos, búlgaros y cumanos estaban preparados para atacar a los bizantinos a punta de flechazos desde las alturas de Tryavna. El objetivo de Asen era capturar al Basileo y tomarlo prisionero, aunque había una gran probabilidad que Isaac II cayera en combate.
Por esta razón, Asen decidió que la vanguardia pasara tranquilamente el paso, pero en el momento que paso el centro, los montañeses búlgaros atacaron salvajemente al Basileo y a sus soldados. Al comienzo, la embestida búlgara fue detenida por la valentía y coraje de los guerreros bizantinos, e incluso Isaac II alentó a sus hombres para que resistieran el ataque búlgaro. Pero en el momento en que los cumanos y válacos empezaron a lanzar piedras y rocas inmensas desde las alturas, muchos guerreros entraron en pánico, e incluso el mismo emperador temió por su vida.
Viendo que la derrota era inminente, y que de un momento a otro los búlgaros eran capaces de caer sobre los diezmados bizantinos, el Basileo ordenó a la Guardia Imperial abrir paso entre los hombres, para acelerar su huída; en la huída del Basileo, los oficiales de la guardia imperial mataron a lanzazos a aquellos soldados bizantinos que, aterrados como estaban por el ataque búlgaro, estorbaban la huída de Isaac II. Esta acción le valdría al Basileo el desprecio de muchos altos mandos del ejército imperial, e incluso a los mismos soldados nativos, los cuales vieron en este cobarde y ultrajante acto, que el emperador no se preocupaba por el bienestar y la seguridad de su ejército, además de su incompetencia al batallar a los búlgaros.
La fama de valiente y gran guerrero que Isaac II había ganado en sus anteriores campañas búlgaras, donde combatió al lado de sus hombres en primera línea, se perdió definitivamente en Tryavna. Esta fue una de las razones por las cuales muchos generales de renombre, como Juan Ducas, Teodoro Branas, Miguel Cantacuzeno y Juan Petralifas, apoyaron la revuelta de Alejo Ángel, hermano de Isaac II, el cual, a la sazón, se mostraría aún más ineficaz que su hermano durante su periodo como emperador de los romanos (1195-1203).
Durante la huída de Isaac y los sobrevivientes del ejército bizantino, se perdieron muchos enseres que se encontraban en la tienda imperial, como el famosísimo Casco de Oro que los Basileos llevaban a sus campañas, el Estandarte Imperial con fragmentos de la Vera Cruz, la Corona Imperial, entre otras posesiones que Basileos anteriores solían usar en campos de batalla y campamentos militares, para invocar la protección divina (caso del estandarte) o también impresionar al enemigo (el casco dorado, la diadema, los mantos de púrpura, etc.).
Los Ornamentos Imperiales Bizantinos capturados fueron tratados como reliquias por Asen y sus sucesores, los cuales los usaron en procesiones reales en la capital búlgara (Tarnovo) y además fueron añadidos a las joyas de la Tesorería Imperial de los Zares de Bulgaria. Cuando Iván Asen III huyó del país y buscó refugio con Miguel VIII Paleólogo, el Basileo pudo recuperar aquellos valiosos ornamentos imperiales.

Bibliografía:
Autores Antiguos:
- Nicetas Choniates: Fragmentos de su obra “Historia de los Tiempos”.
Autores Contemporáneos:
- Franz Georg Maier: Bizancio.
- Georg Ostrogorsky: Historia del Estado Bizantino.
- Alexander Vasiliev: Historia del Imperio Bizantino Volumen II.
- Steven Runciman: Historia de las Cruzadas Volumen III “El Reino de Acre y las Últimas Cruzadas” (en inglés).

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