lunes, 7 de noviembre de 2011

Un Imperio de papel: Los Emperadores Latinos tras 1261...




En el 1261, las tropas del Imperio griego de Nicea, sucesor del Bizantino, tomaron la arruinada ciudad de Constantinopla. Para la mayoría de historiadores, ese fue el fin del Imperio Latino de Constantinopla, aquel reino fundado por los cruzados en el 1204, que prácticamente feudalizó los territorios europeos de Bizancio, así como impuso formalmente el Cristianismo Católico sobre la mayoritaria población ortodoxa.




Mientras el 25 de Julio en la mañana las tropas griegas y cumanas del general Alejo Strategopoulos entraban en la Ciudad, derrotando a las posibles decenas que apenas vigilaban la Ciudad, Balduino II de Courtenay, el último emperador latino, dejaba su cómoda morada en el Palacio de las Blaquernas para dirigirse a toda prisa hacia el puerto en Bucoleón, y en su desesperada huída, olvidó las insignias de su Imperio: Las espadas en vainas púrpura, y el real sombrero con un rematado por un hermoso y gran rubí...




Sería huésped en las cortes de Roma y de Nápoles, donde recibiría la ayuda del Papa tanto como de los reyes de Sicilia Manfredo (1258-1266) y Carlos I de Anjou (1266-1285), viviendo a expensas de éstos junto a su esposa Marie de Brienne, y su heredero Felipe de Courtenay. Sin embargo, Balduino seguía siendo, ante los ojos de Dios y de los Hombres (al menos en Occidente), Porphyrogenitus, semper Augustus, Imperator Romaniae.


Hay dos puntos cruciales en la estancia de los "Emperadores titulares latinos de Constantinopla," (se agrandó el título) en el Reino de Nápoles:



  • Los Tratados de Viterbo (27/5/1267), en donde Balduino II y su mayor feudatario, el derrotado y trovador príncipe Guillermo II de Villehardouin, prácticamente cayeron a los pies de Carlos de Anjou, quien supo aprovechar la desgracia que ambos soberanos pasaban para conseguir el vasallaje de la mayoría de Estados Latinos de Grecia, y así también ligar por siempre a su propio reino al necesitado Principado de Acaya (Morea), mientras relegaba a Balduino a un papel secundario frente a sus antiguos feudatarios.


  • La boda de Catalina de Courtenay, nieta de tanto Balduino II como de Carlos de Anjou (el hijo de Balduino, Felipe, se casó con Beatrix, hija de Anjou, en el 1273, y tuvieron solo a una niña, Catalina). Gran interés en casar a la heredera del Imperio Latino con su hijo y co-emperador Miguel IX tuvo el Emperador de Bizancio, Andrónico II Paleólogo (1282-1328), quien ya en el 1284 se había casado por segunda vez con Irene de Montferrat, heredera al Reino Latino de Tesalónica, adquiriendo sus derechos ante el mundo occidental. Sin embargo, antes las reticencias del Papado y de la familia materna de la joven heredera, los Anjou de Nápoles, el proyecto quedó en nada, y finalmente Catalina sería desposada por Carlos de Valois, hermano del Rey Felipe IV de Francia (1301), mientras ya en el 1294 Miguel IX se había casado con Rita de Armenia.

Sin embargo, Catalina de Courtenay siguió usando su título como Emperatriz de Constantinopla, el cual compartió con su esposo Carlos de Valois, el más claro ejemplo en el Medioevo de un "Rey de papel." Había sido reconocido como Rey de Aragón en el 1285 en contra de Pedro III, quien finalmente ganó la contienda; tras su boda en el 1301 era emperador titular de Constantinopla, y si bien recibió correspondencia de nobles griegos desafectos al régimen de los Paleólogos, siempre dependió al tomar decisiones del consejo de su hermano, Felipe IV "El Hermoso." Más tarde, tras la muerte de Catalina, ambicionaría la Corona del Sacro Imperio tras el asesinato de Alberto de Habsburgo en el 1308. Ninguno de estos proyectos tuvo éxito alguno.


La heredera de Catalina de Courtenay con Carlos de Valois fue su hija, Catalina de Valois o Catalina II de Constantinopla, quien heredó los derechos de su madre al inexistente Imperio Latino de Bizancio. Por un tiempo se pensó casarla con Andrónico III Paleólogo, nieto de Andrónico II, aunque dicho proyecto no quedó en más que palabras cordiales. Fue desposada (1313), al igual que su madre, como segunda esposa, de Felipe de Anjou, príncipe de Tarento, hijo del rey Carlos II de Nápoles, y casado en primeras nupcias con Tamara de Epiro. Catalina II había estado anteriormente prometida, apenas una niña, con Hugo de Borgoña, en el 1303, contrato que se rompió y que causó ciertos problemas entre las Casas de Valois y de Borgoña, así como de Anjou-Nápoles.


Tanto Catalina II como su consorte, Felipe de Tarento, actuaron cuales señores del Imperio de la Romania, llegando incluso a otorgar tierras que no poseían y títulos a señores latinos en Grecia, como hicieron en el 1325 con Martino Zaccaría, señor de la isla de Quíos, a quien otorgaron la corona del inexistente Reino del Asia Menor y los derechos sobre las islas de Lesbos, Samos, Kos, Tenedos, Icaria, Oenoussai, y las del mar de Mármara. Ninguno de los territorios en cuestión estaban en poder ni de Catalina ni de su marido.


Zaccaria, halagado por tales honores, prometía a los emperadores y a sus herederos 500 caballeros y seis galeras por año, si Felipe conquistaba Bizancio tal y como se esperaba. Sin embargo, dicha expedición jamás se realizó, y aunque Felipe llegó a atacar la Morea y mantener sus castillos en el Epiro (dote de su primera mujer), nunca llegó a materializarse aquella invasión a gran escala del Imperio Bizantino restaurado por los Paleólogos...

2 comentarios:

Guilhem dijo...

Muy interesante artículo, Galo. La generalidad de la gente, entre la que me incluyo, siempre pierde de vista que el Imperio latino continuó su lastimosa teórica existencia más allá de 1261.
Saludos y Felicitaciones,

Guilhem

Galo dijo...

Gracias Guilhem! Me alegra que te guste. Como bien dices, la generalidad de la gente pensaba que el Imperio Latino se acabó en el 1261, pero hasta unos años antes del 1400, aún habían príncipes (sobre todo de la Casa de Anjou-Tarento) que se hacían llamar "Emperadores Latinos de Constantinopla."