sábado, 3 de marzo de 2012

El Fin de los Grandes Comnenos (1/11/1463)

Nota: A la memoria de David, Basilio, Manuel, Jorge, Alejo, y otros cinco príncipes más de la familia Comneno de Trebizonda, ejecutados un 1 de noviembre del 1463 en Constantinopla. También a la memoria de Helena Cantacuzena, última "Augusta" de los griegos (sean del Ponto, de Constantinopla o de la Hélade) y de su hija Ana, quien acabó sus días en su tierra natal, tras su ida del harén del cruel Zaganos Pachá.


"No contento con esto [su guerra contra Serbia], Mehmed [II] declaró la guerra a David Comneno, Emperador de Trebizonda, y, habiendo tomado varios lugares en su ruta, rodeó la ciudad. David fue obligado a capitular y a cambio Mehmed le perdonó la vida y le permitió irse con sus pertenencias y lo asentó en la ciudad de Serres. Mehmed luegó tomó Kaffa, que pertenecía a los Genoveses, 'Scandiloro', Sebastia, Tana y otros muchos lugares en Natalia [Anatolia]. Algunos de sus habitantes mató, algunos llevó prisioneros a Constantinopla, y otros se quedaron desconsolados en sus hogares. A continuación, vorazmente sediento de sangre cristiana, hizo que se falsificaran dos cartas que figuraran como escritas en Roma. Esto fue dos años después que hubiera asentado al Emperador de Trebizonda en Serres. Las cartas hablaban de una cruzada contra los Turcos. Bajo este falso pretexto Mehmed hizo que le trajeran el Emperador David Comneno en cadenas junto a su esposa Helena [Helena Cantacuzena], quien era la hermana del abuelo de mi madre, y sus ocho hijos y única hija. En Constantinopla les anunció que todos morirían si rechazaban convertirse en Turcos y renunciar a su fe Cristiana. Cuando oyó esto, David consoló a sus hijos y los conminó al Santo Martirio. Él junto a siete de sus hijos fue decapitado. El octavo, teniendo apenas tres años de edad, fue convertido en Turco junto a su hermana y entregados como presente a Uzun Hasan, rey de Persia. El hijo luego escapó y fue donde el rey de Georgia llamado "Gurguiabei," siendo convertido a la Cristiandad y dándole a su hija como esposa, de la cual tuvo hijos, quienes viven hasta el día de hoy. Su hermana, quien fue desposada por Uzun Hasan, tuvo dos hijas, una que fue la madre de Ismael, quien fue padre del actual Rey de Persia, Tahmasp [¿Tomás?].

Mehmed confiscó todas las propiedades de la imperial familia de Trebizonda y condenó a la emperatriz a pagar 15.000 ducados en un plazo de tres días, o sería ejecutada. Sus sirvientes [de la emperatriz], quienes eran prisioneros de Mehmed en Constantinopla, trabajaron día y noche para juntar el dinero y pagarlo. No se debe pasar por alto, sin embargo, la virtuosa conducta de la pía y santa emperatriz Helena Cantacuzena en lamentable situación. Habiendo perdido a su esposo e hijos, ya no tenía deseo alguno de vivir en este mundo; y vestida de saco [ropa de mendigos], aquella quien estuvo acostumbrada a llevar la regalia [i.e. atuendo imperial], rehusó comer carne nunca más y construyó para sí una choza cubierta de paja en la cual dormía sin comodidad. Mehmed había decretado que nadie habría de enterrar los cuerpos [de David Comneno e hijos] bajo pena de muerte. Serían dejados para que perros y cuervos los devoraran. Pero la santa emperatriz en secreto adquirió una pala / y con sus propias delicadas manos cavó como mejor pudo una zanja en su choza. Todo el día defendió los cadáveres de los animales y al anochecer tomó uno por uno y los enterró. Así, Dios le concedió la gracia de poder enterrar a su marido e hijos; unos días después, falleció."

Teodoro Espandunis o Spandugino, De la origine deli Imperatori Otomani, ordini de la corte, forma del guerregiare loro, religione, rito, et costumi de la natione, traducido por D. M. Nicol como On the origin of the Ottoman Emperors (Cambridge, 1997) págs. 40-41.

Notas:
  • En Agosto del 1461, la urbe de Trebizonda, capital del Imperio del mismo nombre, capituló ante los turcos de Mehmed II, tras haber resistido 1 mes de asedio, pese a la exigua cantidad de habitantes y defensores, y la ayuda de los campesinos de las montañas.
  • David Megas Komnenos o Gran Comneno, había sucedido a su hermano Juan IV en el 1459. Ya en vida de su hermano y predecesor, Trebizonda había enviado misiones diplomáticas con italianos al Papado y al Ducado de Borgoña, ofreciéndoles una nueva cruzada para recuperar Constantinopla y Jerusalén, con la ayuda de los emires del Carnero Blanco (región póntica), emparentados con la familia Comneno tras años de alianzas, y entre los que contaba Uzun Hasan.
  • La capitulación fue hecha por Jorge Amirutzes, protovestiario de Trebizonda, quien aconsejó al emperador David capitular y ceder ante el Sultán, del cual se probaría un leal colaborador y un traidor para con los suyos, pues fue el mismísimo Amirutzes quien contó a Mehmed de la carta en la que David conspiraba contra el Sultán. Más adelante se convirtió al Islam, y tomó por esposa la última duquesa de Atenas, prisionera en Constantinopla.
  • En el valle del río Strymon fue asentado David, teniendo 300.000 piezas de plata como pensión.
  • Spandugino confunde a la hija de David con la hija de Juan IV, quien fue la mujer de Uzun Hasan. La hija de David fue a parar al harén de Zaganos Pachá, el belicoso converso albanés que incitó a Mehmed II a la toma de Constantinopla en contra a los consejos de Halil Candarli, el gran visir.
  • Alejo, único hijo de Juan IV de Trebizonda y sobrino de David, fue ejecutado por el Sultán junto a su tío y primos.

sábado, 11 de febrero de 2012

El Exilio Italiano, Parte III: Ana Notaras y la Comunidad Griega de Venecia.

Nota: Al igual que los otros capítulos del presente análisis, va dedicado a Guilhem W. Martín y familia (Suny, Juli y Octy), y Antonio Moreno Ruiz. Esperando sea un digno homenaje a tan amena compañía.

"Inhumano perro mestizo, diestro en la zalamería y el engaño! Poseías toda esta riqueza ¿y se la negaste a tu señor el emperador y a la Ciudad, tu patria? Y ahora, con todas tus intrigas e inmensa perfidia que has tejido desde la juventud, tratas de engañarme y evadir el destino que merecéis. Dime, impío varón, ¿quién ha otorgado la posesión de ésta Ciudad y de tu tesoro a mí?"

- Mehmed II "El Conquistador" a Lucas Notaras, último Gran Duque de Bizancio, de acuerdo al Pseudo-Sfrantzés.


Quizá jamás sabremos el porqué Macario Melisurgo-Meliseno, el Pseudo-Sfrantzés, nos muestra la imagen de Lucas Notaras como el traidor por cuya ambición de gloria bajo el naciente Imperio Otomano, decidió traicionar a Constantino XI Paleólogo y negarle parte de sus riquezas en su hora más oscura. No podemos comprobar la veracidad de los hechos relatados por el Pseudo-Sfrantzés, en tanto que escribía aproximadamente 100 años despúes de la muerte de Notaras, y tenemos antecedentes de su carrera como falsificador de crisóbulas a favor de Monembasía, ciudad peloponesíaca de donde era obispo.

"Primero el turbante turco a la mitra papal!" fue la frase con la que el cronista Ducas inmortalizó la figura de Lucas Notaras, recogida más adelante en la famosa obra de Steven Runciman La Caída de Constantinopla, que si bien narra de forma fenomenal la historia del sitio de la Ciudad por los turcos, confía en exceso en la información brindada por el Pseudo-Sfrantzés, dando incluso argumentos no sustentados como que Jorge Sfrantzés narra en su Chronicon Minus o Memorias el asedio de la Ciudad, cuando apenas le dedica unos párrafos en aquella breve crónica que asemeja a un diario o bitácora. Además, es dable señalar que muchos aspectos del asedio no son factibles al 100%, y que el mismísimo Runciman tenía en cierta forma desconocimiento de la topografía de las arcanas Murallas Teodosianas.

Sin embargo, el punto principal del presente artículo infiere la figura de la última noble bizantina en erigirse como uno de los pilares de la vieja tradición bizantina. Su nombre era Ana Notaras Paleologina, y era hija del Gran Duque.

Pese a lo narrado por Ducas, de lo cual inferimos un radical elemento anti-latino en la política de Lucas Notaras, investigaciones modernas han comenzado a cuestionar los argumentos del cronista respecto al Gran Duque, mostrando como prueba fehaciente del pro-latinismo de Notaras el hecho que era reconocido como ciudadano por las Repúblicas de Génova y Venecia, y fue a ésta última ciudad adonde sus tesoros más preciados, sus hijas Ana, Teodora, y Eufrósine, fueron a parar antes del 1453.

Antes del mes de abril del año 1453, un barco zarpó de la Propóntide rumbo a Venecia, capital de la poderosa República de San Marcos, conocida comúnmente como "La Reina del Mar." En ella iban numerosos nobles bizantinos, en especial la hija mayor del Gran Duque del emperador Constantino XI Paleólogo, Ana Notaras Paleologina. Su madre, al parecer, era una dama emparentada con la familia imperial, mientras que su padre era el segundo hombre del Imperio Bizantino, así como uno de los más ricos, y cuya familia era oriunda del Peloponeso.

En Venecia se asentarían las damas de la familia Notaras, siendo respetadas y reverenciadas por la comunidad griega de la ciudad, la más grande del mundo para ese entonces y hasta nuestros días. Ana Notaras fue sin dudas una mujer de inteligencia y gran temple, puesto que prácticamente cayó en sus manos la representación de la comunidad de exiliados bizantinos que llegaron a la capital de la Serenísima para ese entonces. Además, era la ciudadana más eminente del lugar.

En Venecia, desde antes del 1200 habitaban griegos, al parecer descendientes de aquellos que vivían en la región desde los tiempos de Teodoro Ipato, último gobernador bizantino de la ciudad. Además, tras el año 1204, cuando Venecia se hizo con la posesión de muchísimas islas del Egeo y los puertos de Bizancio, el elemento griego abundaba en sus recién adquiridas posesiones y tuvieron que convivir con ellos, llegando en ciertas ocasiones a choques por intereses -como es el caso de Alejo Kallergis en Creta, cuya rebelión quiso aprovechar el emperador Andrónico II de Bizancio (1282-1328) para recuperar la isla para el imperio -que fueron lidiados con la típica diplomacia que caracterizaba a los astutos venecianos.

Fue en Venecia donde Ana recibió la noticia de la ruina de su familia y la caída del Imperio. Su padre, Lucas, fue ejecutado por orden de Mehmed II junto a su cuñado Cantacuzeno y el padre de éste, Andrónico Paleólogo Cantacuzeno, último Gran Doméstico de Bizancio, y al protostrátor Cantacuzeno, hijo del mesazón. Decapitados 5 días después de la toma de la Ciudad, sus cabezas rodaron por el pilar de Arcadio, y cualquier esperanza de supervivencia que guardaran se esfumó bajo el acero de las alfanjes turcas. Lucas Notaras prefirió la muerte a entregar a su pequeño hijo al Sultán, la última humillación para los vencidos Romanos de Oriente.

Jacob (llamado también Isaac) Notaras, el hermano pequeño de Ana, de 14 años de edad y cuya atractiva apariencia inflamó los deseos pederastras de Mehmed II, fue forzado a ver la muerte de su padre, cuñado, y parientes, y posteriormente fue llevado al harén, donde el Sultán concretó su repugnante deseo, y en donde el infeliz joven padeció todo tipo de humillaciones hasta el año 1460, donde pudo escapar rumbo del Seraglio rumbo a Venecia, donde entre lágrimas fue recibido por sus hermanas y sobrina, la hija de Cantacuzeno. Allí se hizo comerciante, se casó, y es mencionado en el testamento de Ana Notaras, preservado en el Archivo Griego del Instituto Helénico de Venecia.

La madre de Ana, aquella dama emparentada con los Paleólogos, fue llevada en cadenas a Adrianópolis, pese a estar gravemente enferma, y falleció en el camino...

En Venecia, Ana se hizo mecenas de muchos compatriotas que acudían a ella buscando refugio y apoyo, como es el caso de Franculio Servópulo, antiguo embajador de Demetrio Paleólogo, déspota de la Morea, al igual que Juan Plusiadeno, futuro obispo de Monembasía. En Venecia, Ana se rehusó a acudir a las iglesias de la ciudad, arguyendo que no entendía el idioma latín y con el apoyo de Besarión, el cardenal griego, obtuvo permiso para que en su hogar pudieran celebrarse misas de acuerdo al rito Oriental.

La hija del Gran Duque jamás aceptó el Catolicisimo Romano, que la familia imperial de los Paleólogos si acogió apenas se refugió en Roma en el 1461, con la llegada del déspota Tomás y las reliquias de San Andrés. Asimismo, en el 1472, Ana Notaras trató de establecer una fuerte comunidad griega en Toscana, alrededor del castillo de Montauto (foto central), donde los griegos podrían vivir según sus costumbres y autogobernarse, siendo a la muerte de Ana transferido el gobierno a algún príncipe italiano. En el 1474, cuando todo iba viento en popa, y Ana y sus emisarios eran reconocidos ciudadanos de Siena, el acuerdo se quebró por razones desconocidas, y fue entonces donde Ana escogió como su última morada la ciudad de Venecia.

Allí se conglomeró la fuerte colonia griega, bajo su guía. Con ella había traído sagrados íconos de Constantinopla, que hoy forman parte del Tesoro de la Comunidad Griega de Venecia y de la Iglesia de San Giorgio dei Greci. Ana siempre consideró que la Ortodoxia debía ser preservada como el lazo de unión entre los griegos por encima de la cultura, en tanto que los mantendría unidos y conscientes de su herencia bizantina en una tierra extranjera.


Armadores griegos como Teodoro Bassano y miembros de la familia Palopano (como Jorge Palopano) se harían famosos, y lograrían grandes logros tecnológicos para los astilleros de la Serenísima. Otros, como el sabio Nicolás Secundino (o Saguntino) harían carrera diplomática y al servicio de la República, llegando a ocupar altos puestos. En la Creta Veneciana numerosos nobles y ciudadanos constantinopolitanos hallarían refugio tras la caída, en especial de la estirpe de los Paleólogos. En las demás posesiones griegas de Venecia, artistas, filósofos, armadores, médicos, etc. surgirían como la espuma del mar, y llegarían a encontrar la fama dentro de los límites de la República como fuera, como es el caso de Doménico Teotocópulo, alias "El Greco," quien pintó para Felipe II amplias representaciones en el Escorial.

Así pues, el legado bizantino se preservó en Venecia, en especial gracias al rol decisivo que le dio Ana Notaras Paleologina, quien aparte de buscar preservar la independencia (en sentido figurado) política de su pueblo, aunque sin éxito, llegó a conservar de forma concreta los lazos de unión y la estabilidad de la Comunidad Griega de Venecia, que hasta nuestros días figura como la más grande del mundo, y que heredó de la hija de Lucas Notaras amplios manuscritos y las primeras impresiones en griego, obra de sus colaboradores Zacarías Kallergis y Nicolás Vlastos. Asimismo, en el concilio de Siena (1474) se reconoció a Ana como la esposa de Constantino XI Paleólogo, llegando a llamarla Imperatrix, aunque dicho enlace jamás ha podido probarse, y en concordancia con lo narrado por Jorge Sfrantzés, era imposible dado el compromiso del emperador con la hija del rey de Georgia.

Ana Notaras llegó a vivir casi 100 años, falleciendo en el 1507, antes de que culminara la primera década del siglo XVI. Su inmensa fortuna, la fortuna que inteligentemente manejaron sus ancestros y que Lucas Notaras mandó a Occidente, quedó en manos de sus sucesores testamentarios. Era tan grande que de acuerdo al cronista Calcóndilas, antes de su ejecución, un hijo de Lucas Notaras le rogó a su padre que mandara a traer su fortuna de Italia y dársela al Sultán a cambio de sus vidas, a lo que el Gran Duque respondió de forma negativa, arguyendo a su hijo que mantuviera la templanza en su hora final, pues sino el deshonor sería eterno.

Después del 1460, Eudocia Cantacuzena Notaras, hija de Cantacuzeno y sobrina de Ana, y quien junto a ella había huido antes del 1453, se casó con el stradioti Mateo Spandunis, o Spandugino, unión de la cual nació Teodoro Spandugino, a quien debemos una de las primeras crónicas sobre la historia de los Sultanes Otomanos. Pero esa ya es otra historia...


viernes, 3 de febrero de 2012

El Exilio Italiano, Parte II: Los Últimos Paleólogos

Nota: El siguiente artículo también va dedicado a Guilhem W. Martín, y también al gran Antonio Moreno Ruiz, cuyo poema "Soldado bizantino" dejó una gran impresión entre nosotros.


"El sábado pásado, que era el sétimo del presente mes, vino el déspota de la Morea. Ciertamente es un hombre apuesto con una fina y seria apariencia y un noble y señorial porte. Debe tener alrededor de cincuenta y seis años. Vestía un caftan de negro camelote con un sombrero de algo parecido a cuero blanco forrado en negro, aterciopelado raso con una banda a su alrededor. Entendí que tenía setenta caballos y muchos a pie, siendo todos los caballos prestados, salvo tres que le pertenecían."


- Descripción de Tomás Paleólogo, por el embajador de Mantua en Roma, 7 de marzo del 1461.


La llegada de Tomás Paleólogo a Roma, huyendo del sultán Mehmed II tras la caída de la Morea en el 1460, fue vista como la llegada del legítimo heredero de Bizancio. Su hermano Demetrio Paleólogo, el co-déspota de la Morea con Tomás, quien gobernaba desde Mistra, se rindió sin condiciones al soberano otomano, entregando a su hija Helena y a su mujer Teodora Asenina al harén del sultán, a cambio de ser respetada su vida y sus propiedades.


Tomás, sin embargo, de tendencias pro-Latinas y con la esperanza de lograr con ayuda del Papa una cruzada que librara la Morea de los Turcos, a quienes su general Constantino Paleólogo Gretzas de Salménico había derrotado en la mencionada fortaleza en el 1460/1, fue llevando consigo a Corfú por Porto Longo a su familia y las reliquias de San Andrés, patrón de la Iglesia Ortodoxa, las cuales se hallaban en la urbe de Patras, su capital en la Morea.


Con Tomás fueron sus hijos Andrés, Manuel, y Zoe, y también su esposa Catalina Asenina Zaccaría, hija de Centurione Asén Zaccaría II, último príncipe latino de Acaya por voluntad de Ladislao d'Anjou-Durazzo, rey de Nápoles. La hija mayor de Tomás y Catalina, Helena, estaba casada desde el 1446 con Lázaro Brankovic, déspota de Serbia, por voluntad de su tío y entonces emperador Juan VIII Paleólogo (1425-1448).


Catalina fallecería, sin embargo, en Corfú de peste, según Sfranzés, y allí permanecerían los hijos de Tomás mientras éste marchaba a Roma a encontrarse con el romano pontífice Pío II, quien le recibió con los brazos abiertos y le otorgó una residencia en el Hospital del Santo Espíritu en Sassia, concediéndole además una pensión mensual.


La figura de Tomás ha sido vista por muchos como la de un príncipe decadente, cuya enemistad con su hermano arruinó cualquier posible resistencia que pudiera darse en la Morea contra el empuje otomano. Sin embargo, Tomás Paleólogo distaba de ser así. Era un hombre consciente de su rol como último miembro digno de su familia. El prefirió el exilio y una suerte de existencia errante a entregar a su mujer e hijos al harén del pérfido Sultán. Asimismo, incitó a quienes huyeron junto a él de ayudar a sus compatriotas en el exilio, siendo el mayor exponente de aquello el Cardenal Besarión.


Tomás falleció en el año 1465, sin haber podido concretar sus deseos de asegurar una expedición que liberara la Morea y Constantinopla de los Turcos Otomanos. En vida el Sultán Mehmed II le ofreció el oro y el moro para que acudiera a su presencia y así prometía perdonarle y otorgarle un lugar de honor en su corte, cosa que el déspota y porfirogénito se rehusó a hacer, conociendo la típica crueldad de Mehmed para quienes quedaban de la flor y nata del antiguo imperio de Bizancio, como fue el caso del Gran Duque Lucas Notaras, ejecutado en el 1453 y cuyo hijo menor fue enviado al harén del Sultán, y logró huir de aquel antro de humillación en el 1461, reuniéndose con su hermana Ana en Venecia.




Podemos atribuir la falta de éxito de Tomás a las Repúblicas y Estados de Occidente, que fueron indiferentes a sus súplicas como lo fueron con su hermano Constantino XI en el 1453. En Ragusa, la república, habiendo logrado la paz con el Sultán, ordenó a todos sus barcos nunca aceptar a ningún embajador de Tomás ni al mismísimo déspota, alegando que resultaría problemático. Asimismo, Venecia se rehusó a darle todo su apoyo, llegando a aludir que podría convertirse en un símbolo de "nacionalismo" para todos los griegos, incluso aquellos que vivían bajo la égida de la República de San Marcos.


El hijo y sucesor de Tomás fue Andrés, a quien todo el mundo reconoció como el legítimo Imperator Constantinopolitanum de jure y Despota della Morea, título que usó con mayor frecuencia. Su vida ha sido siempre vista como la del monarca desdichado, pero también como la de un príncipe indigno a la prosapia de legendarias figuras a la perteneció. Como Jonathan Harris señala en su magnífico libro Greek Emigrés in the West, y en su artículo "A Worthless Prince? Andreas Palaeologus in Rome, 1465-1502, es una acusación falsa y que dista de la realidad en muchos aspectos.


A los 12 años llegó Andrés Paleólogo a Roma, en el año 1465, justo después de la muerte de su padre en dicha urbe. Fue criado por el cardenal Besarión, quien hasta sús últimos días trató de conseguir la restitución del Imperio o al menos parte de éste, cosa que no logró y que le valió el maltrato del pedante rey francés Luis XI, quien según cuenta la leyenda tiró ofensivamente de las barbas del venerable cardenal griego. En el 1472, Besarión fallecía en Ravena.


En el 1472, Zoe, hermana de Andrés, fue desposada con el príncipe de Moscú Iván III, en un intento del Papa Pablo II de convertir al Catolicismo al núcleo de la futura Rusia. Zoe, sin embargo, no sirvió a los planes del Pontífice, y adoptó el Cristianismo Ortodoxo de su marido, cambiando su nombre a Sofía e instaurando el ceremonial bizantino en la corte rusa. Fue entonces cuando Moscú adquirió el apelativo de "Tercera Roma."


En el 1476, Manuel, hijo menor de Tomás, se marchó de Roma para nunca más volver. Hastiado de la mísera existencia que llevaba como mantenido del Papa, marchó hacia un lugar inesperado: La Sublime Puerta, al Imperio Otomano. Mehmed II le perdonó la vida y le dio rangos y honores, recibiendo a cambio los derechos de Manuel sobre Bizancio. Convertido en oficial de la marina otomana, Manuel tuvo hijos al parecer con una esclava suya, llamados Juan y Andrés. Falleció cómodamente en su residencia constantinopolitana en el 1512.


Andrés, el legítimo Basileus Romaion y heredero del Imperio Bizantino, vivió una mísera existencia en Roma desde el 1481, cuando se le encuentra en apuros financieros de gravedad. En los años 1488-89, de la pensión prometida de 150 ducados mensuales, Andrés recibió menores cantidades, y para el 1492, con la ascensión de Rodrigo Borgia al solio papal como Alejandro VI, se redujo a 50 ducados mensuales. Además, en muchos meses la pensión no era pagada en su totalidad.



También encontramos al joven Paleólogo haciendo las de mercante, con barcos a su disposición que serían en cierta ocasión retenidos por un monarca aragonés, aunque posteriormente liberados. Recibió beneficios, breves, sin embargo, de dicha actividad. Se le atribuye también una conducta extravagante al heredero de Tomás Paleólogo.


El año 1481 fue quizá el último que dio atisbo de esperanza al pobre Andrés. El Papa Sixto IV le concedió 2000 ducados para que iniciase una expedición a Grecia. En el 1481 Mehmed II pereció tras su revés en la isla de Rodas contra los caballeros de San Juan, y en ese mismo año los ejércitos de Ferrante de Aragón, rey de Nápoles, desbarataron la ocupación turca de Otranto. Era pues, el momento perfecto para darle un golpe a los Otomanos.


Sin embargo, las potencias cristianas se mostraron reacias a unirse en dar un golpe decisivo a los infieles, y finalmente la planeada expedición quedó en agua de borrajas. Los sueños de Andrés murieron en el 1481, y en el 1494, tristemente empobrecido, vendió sus derechos a los tronos de Constantinopla, Serbia y Trebizonda, al rey Carlos VIII de Francia. Sin embargo, para el 1502, antes de su fallecimiento, legó sus derechos a las ya citadas coronas a los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. Para sus exequias, su viuda, una mujer a quien los cronistas atribuyen un pésimo carácter, tuvo que pedir ayuda económica al Papado para poder darle cristiana sepultura.


De los hijos de Andrés, poco o nada sabemos, salvo que una María se casó con un noble ruso, y que un posible Constantino Paleólogo, también hijo suyo, sirvió en la Guardia Papal. Además, se menciona a un Fernando Paleólogo, del cual no se tienen mayores noticias.

Con Andrés Paleólogo desapareció el último miembro del linaje y estirpe de los Paleólogos, emperadores de Bizancio desde el 1259 hasta el 1453, y de jure hasta el 1502, año en que el vástago del déspota Tomás, exhaló su último suspiro en la Ciudad Eterna...


martes, 31 de enero de 2012

El Exilio Italiano, Parte I: El fin del Pasado Romano

Nota: El presente artículo va dedicado a Guilhem W. Martín, un viejo y querido amigo, a quien tuve el placer de conocer hace unos días durante su visita a Perú, y con quien el presente tema fue materia de un interesante análisis.


"Como todas las gentes de casi el mundo entero se reúnen en vuestra ciudad, también los griegos. Llegando del mar desde sus natales tierras, desembarcan en Venecia, siendo forzados por la necesidad a venir a vuestra ciudad y vivir entre ustedes, y allí pareciese que entraran a otra Bizancio."


- Basilio Besarión, cardenal griego, al Dogo de Venecia (1468).







En el 1354, Suleimán, hijo mayor de Orján, tomó el puerto de Galípoli tras un terremoto que había destazado los muros de la urbe. El gobierno de Juan VI Cantacuzeno se desmoronó ante tamaña desgracia, y los su caída abrió las puertas del gobierno de nuevo a la dinastía de los Paleólogos, en la persona de su yerno Juan V. Fue recién en el año 1354 que los bizantinos tomaron en serio la amenaza creciente de los Turcos, cuyo emirato empezaba a crecer desmedidamente a costa de los devastados territorios imperiales de Tracia y Macedonia.





En su Oratio de non redenda Callipoli, Demetrio Cidonio, mesazon (primer ministro) de Cantacuzeno, mencionaba que tras la caída de Galípoli muchos contemplaron huir "al océano, más allá de los Pilares de Hércules." Por primera vez los bizantinos vieron peligrar la única joya que quedaba en el imperio, la arruinada ciudad de Constantinopla. La Guerra Civil del 1341-1347 había dejado una ciudad saqueada, sin recursos, donde la pobreza abundaba y la decadencia se hacía latente a cada respiro.




La primera migración fue compuesta por reducidos números de intelectuales, quienes marcharon de tierras imperiales a Italia o a las colonias griegas de Venecia (Creta, Corfú, etc.) en donde podía hallar la seguridad que sus tierras natales no podían ofrecerles. Así pues, tenemos el caso de Demetrio Cidonio, quien falleció en la Creta Veneciana.




El verdadero éxodo se dio en una fecha más tardía de lo que podríamos esperar: 1453. He aquí donde el debate con mi buen amigo Guilhem llegó a un punto álgido.




¿Qué llevó a que recién en el 1453 los griegos marcharan en grandes números a Occidente? La respuesta es clara: La destrucción del mundo como lo conocían. Los griegos del medioevo no se hacían llamar así, sino que portaban con orgullo -incluso en sus momentos de mayor declive -el nombre de Romanos, Romeos, Rhomaioi, y la Constantinopla era para ellos la Nueva Roma, la Reina de las Ciudades, la Ciudad. Era la urbe donde el último sucesor de Constantino el Grande reinaba, y donde cayó a frente de sus hombres aquel fatídico 29 de mayo del 1453, entre los muros de la puerta civil y la militar de San Romano.




Para los griegos, el 29 de mayo el mundo que conocieron dejó de existir. El emperador, su emperador, murió en la refriega. La gran iglesia de la Ciudad, Santa Sofía, convertida en Mezquita. La mismísima Ciudad, convertida en la capital de la Sublime Puerta (el Imperio Otomano). Un patriarca nombrado por el Sultán pese a la Unión de Florencia (1438), entre otros eventos que condenaron de forma total cualquier posible esperanza de supervivencia del mundo greco-medieval y romano.




Así pues, el Imperio dejó de existir, y con el se derrumbó la cosmovisión de los griegos, el mundo que los vio nacer y que en sus aprox. 1,100 años de existencia permitió la salvaguarda de Occidente del peligro turco.




Las palabras de Besarión reflejan claramente la magnitud de dicha tragedia. La magnitud de la destrucción de la mentalidad del griego en el Medioevo, del griego que haciéndose llamar "Romano," había visto florecer y caer un imperio que se mostraba como el baluarte del Oriente cristiano frente a la amenaza musulmana. Así fue como se llegó a la ruptura entre el Pasado Romano de los griegos en el Medioevo, con los griegos de la actualidad.




La ruptura de aquel nexo de más de un milenio produjo, a mi juicio, la desaparición del patronímico de Romanos a los griegos de la actualidad. El mismísimo Laónico Calcóndilas prefiere el término Helenos en su historia al momento de describir a sus compatriotas romanos. Al ser recibidos en Occidente, en la mayoría de casos con buena voluntad en parte a que la gente los veía como refugiados cristianos, expulsados de su patria, siguieron siendo llamados "griegos," y así se consolidó al ruptura del pasado romano de los mismos, y se conformó una nueva cosmovisión que en el 1821 lograría la independencia de la Hélade.




Sin embargo, podemos ver que mentes ilustradas como Ioannis Kolettis, primer ministro del rey Otón de Grecia (1844) declaraban en la Asamblea Nacional de enero del mismo año:




"El Reino de Grecia no es Grecia; es apenas una parte: la más pequeña, y más pobre parte de Grecia. Griego no es sólo aquel que habita el Reino, sino aquel que también habita en Ioannina, Salónica o Serres, Adrianópolis, Constantinopla, Trebizonda, Creta, Samos u otra región perteneciente a la historia Griega o a la raza Griega...Hay dos grandes centros del Helenismo. Atenas es la capital del Reino. Constantinopla es la gran capital, el sueño y anhelo de todos los Griegos."




Este discurso, impulsor de la famosa Megali Idea, doctrina que pretendía la restauración de una Grecia bajo los limes de Bizancio, nos muestra el gran fervor que muchos griegos aún tenían en pleno siglo XVII, y las esperanzas de muchos de volver a formar aquel estado que les legó una identidad histórica proveniente de los antiguos griegos y de los romanos, y que si bien en el 1453 dejó de existir, en el 1844 vio la posibilidad de renacer.