martes, 31 de enero de 2012

El Exilio Italiano, Parte I: El fin del Pasado Romano

Nota: El presente artículo va dedicado a Guilhem W. Martín, un viejo y querido amigo, a quien tuve el placer de conocer hace unos días durante su visita a Perú, y con quien el presente tema fue materia de un interesante análisis.


"Como todas las gentes de casi el mundo entero se reúnen en vuestra ciudad, también los griegos. Llegando del mar desde sus natales tierras, desembarcan en Venecia, siendo forzados por la necesidad a venir a vuestra ciudad y vivir entre ustedes, y allí pareciese que entraran a otra Bizancio."


- Basilio Besarión, cardenal griego, al Dogo de Venecia (1468).







En el 1354, Suleimán, hijo mayor de Orján, tomó el puerto de Galípoli tras un terremoto que había destazado los muros de la urbe. El gobierno de Juan VI Cantacuzeno se desmoronó ante tamaña desgracia, y los su caída abrió las puertas del gobierno de nuevo a la dinastía de los Paleólogos, en la persona de su yerno Juan V. Fue recién en el año 1354 que los bizantinos tomaron en serio la amenaza creciente de los Turcos, cuyo emirato empezaba a crecer desmedidamente a costa de los devastados territorios imperiales de Tracia y Macedonia.





En su Oratio de non redenda Callipoli, Demetrio Cidonio, mesazon (primer ministro) de Cantacuzeno, mencionaba que tras la caída de Galípoli muchos contemplaron huir "al océano, más allá de los Pilares de Hércules." Por primera vez los bizantinos vieron peligrar la única joya que quedaba en el imperio, la arruinada ciudad de Constantinopla. La Guerra Civil del 1341-1347 había dejado una ciudad saqueada, sin recursos, donde la pobreza abundaba y la decadencia se hacía latente a cada respiro.




La primera migración fue compuesta por reducidos números de intelectuales, quienes marcharon de tierras imperiales a Italia o a las colonias griegas de Venecia (Creta, Corfú, etc.) en donde podía hallar la seguridad que sus tierras natales no podían ofrecerles. Así pues, tenemos el caso de Demetrio Cidonio, quien falleció en la Creta Veneciana.




El verdadero éxodo se dio en una fecha más tardía de lo que podríamos esperar: 1453. He aquí donde el debate con mi buen amigo Guilhem llegó a un punto álgido.




¿Qué llevó a que recién en el 1453 los griegos marcharan en grandes números a Occidente? La respuesta es clara: La destrucción del mundo como lo conocían. Los griegos del medioevo no se hacían llamar así, sino que portaban con orgullo -incluso en sus momentos de mayor declive -el nombre de Romanos, Romeos, Rhomaioi, y la Constantinopla era para ellos la Nueva Roma, la Reina de las Ciudades, la Ciudad. Era la urbe donde el último sucesor de Constantino el Grande reinaba, y donde cayó a frente de sus hombres aquel fatídico 29 de mayo del 1453, entre los muros de la puerta civil y la militar de San Romano.




Para los griegos, el 29 de mayo el mundo que conocieron dejó de existir. El emperador, su emperador, murió en la refriega. La gran iglesia de la Ciudad, Santa Sofía, convertida en Mezquita. La mismísima Ciudad, convertida en la capital de la Sublime Puerta (el Imperio Otomano). Un patriarca nombrado por el Sultán pese a la Unión de Florencia (1438), entre otros eventos que condenaron de forma total cualquier posible esperanza de supervivencia del mundo greco-medieval y romano.




Así pues, el Imperio dejó de existir, y con el se derrumbó la cosmovisión de los griegos, el mundo que los vio nacer y que en sus aprox. 1,100 años de existencia permitió la salvaguarda de Occidente del peligro turco.




Las palabras de Besarión reflejan claramente la magnitud de dicha tragedia. La magnitud de la destrucción de la mentalidad del griego en el Medioevo, del griego que haciéndose llamar "Romano," había visto florecer y caer un imperio que se mostraba como el baluarte del Oriente cristiano frente a la amenaza musulmana. Así fue como se llegó a la ruptura entre el Pasado Romano de los griegos en el Medioevo, con los griegos de la actualidad.




La ruptura de aquel nexo de más de un milenio produjo, a mi juicio, la desaparición del patronímico de Romanos a los griegos de la actualidad. El mismísimo Laónico Calcóndilas prefiere el término Helenos en su historia al momento de describir a sus compatriotas romanos. Al ser recibidos en Occidente, en la mayoría de casos con buena voluntad en parte a que la gente los veía como refugiados cristianos, expulsados de su patria, siguieron siendo llamados "griegos," y así se consolidó al ruptura del pasado romano de los mismos, y se conformó una nueva cosmovisión que en el 1821 lograría la independencia de la Hélade.




Sin embargo, podemos ver que mentes ilustradas como Ioannis Kolettis, primer ministro del rey Otón de Grecia (1844) declaraban en la Asamblea Nacional de enero del mismo año:




"El Reino de Grecia no es Grecia; es apenas una parte: la más pequeña, y más pobre parte de Grecia. Griego no es sólo aquel que habita el Reino, sino aquel que también habita en Ioannina, Salónica o Serres, Adrianópolis, Constantinopla, Trebizonda, Creta, Samos u otra región perteneciente a la historia Griega o a la raza Griega...Hay dos grandes centros del Helenismo. Atenas es la capital del Reino. Constantinopla es la gran capital, el sueño y anhelo de todos los Griegos."




Este discurso, impulsor de la famosa Megali Idea, doctrina que pretendía la restauración de una Grecia bajo los limes de Bizancio, nos muestra el gran fervor que muchos griegos aún tenían en pleno siglo XVII, y las esperanzas de muchos de volver a formar aquel estado que les legó una identidad histórica proveniente de los antiguos griegos y de los romanos, y que si bien en el 1453 dejó de existir, en el 1844 vio la posibilidad de renacer.




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